En las imágenes elegidas para representar la evolución humana, como en la célebre ilustración «The March of Progress» (1965) de Rudolph Zallinger, se ha priorizado la figura masculina. Las ilustraciones de prehistoria en las que se muestran mujeres solo aparecen de forma muy reciente y, en muchos casos, con un cierto carácter reivindicativo.

Un buen ejemplo de lo dicho es el de la evolución de la imagen de los neandertales, desde simios agresivos y encorvados, a humanos inteligentes y sociales. Esto influyó (y fue influido) en un concepto lineal y progresivo de la evolución, con un paradigma racista de diferencia evolutiva entre las distintas etnias actuales. Otro buen ejemplo es el de la representación de las mujeres en la prehistoria. En este caso, los sesgos resultan difíciles de detectar porque, precisamente, nos suenan muy lógicos al trasladar al pasado comportamientos y roles que concebimos como “naturales” en el presente. Asimismo, el público asume que dichas representaciones (y las explicaciones que las acompañan) provienen de conocimientos probados, por lo que influyen de manera fundamental en el imaginario colectivo sobre el pasado.

De este modo, cuando se han analizado las imágenes en museos, libros de texto, manuales y material explicativo en los yacimientos, los resultados han sido claros. Pese a que sabemos muy poco de los roles de género, papeles sociales y formas de organización en la prehistoria, las imágenes se construyen siguiendo, sistemáticamente, los mismos tópicos.

Roles de género y mujeres en la prehistoria

El primer prejuicio que condiciona el aparato gráfico sobre la prehistoria es el de la “normatividad” del hombre, considerado como lo “neutro”. Los varones aparecen más, con más protagonismo y en papeles centrales. De hecho, en estudios como los de Querol o Gifford-Gonzalez, realizados en épocas distintas y en ámbitos geográficos diferentes, las proporciones eran similares. Las mujeres eran solo un 10-30% de los personajes representados y las escenas en que aparecían solo hombres eran mucho más frecuentes que las contrarias. Cuando aparecen mujeres, además, suelen estar asociadas a su papel “diferenciado” en la sexualidad y la maternidad. Las dos únicas figuras femeninas elegidas por Luis Mascré y Aimé Rutot para formar parte del conjunto dedicado al Instituto de Ciencias Naturales de Bruselas, a principios del siglo XX, son muy significativas, una sexualizada representación de la Venus de Laussel y una madre neandertal, muy animalizada, con una cría. Otro buen ejemplo es el de las imágenes de las líneas evolutivas. Sistemáticamente, la evolución del “hombre” es más literal de lo que podría parecer.

mujer mujeres en la prehistoria

Femme de la race de Néandertal, escultura de Louis Mascré y Aimé Rutot (1909-1914). La figura de Mascré acabó siendo parte de un largo tópico en la representación de las mujeres en la prehistoria, siempre cargando con un bebé, muchas veces dentro de la cueva o, como mucho, limitada a la recolección. © Wikimedia Commons/Eunostos.

Las mujeres también se representan en muchas más ocasiones arrodilladas, sentadas o en actitudes pasivas. Asimismo, también aparecen preferencialmente dentro del espacio doméstico, sea este la cabaña o su entorno, o una cueva. Mientras, los hombres aparecen más veces representados de forma activa, de pie o realizando diversas actividades. Incluso en la composición, las mujeres aparecen muchas más veces en segundo plano o como un “elemento de fondo”, mientras que los hombres actúan con mayor frecuencia como elementos principales.

Esto viene dado, en parte, por las actividades asociadas a cada uno de los géneros, sin que el registro arqueológico confirme dicha asignación contemporánea en muchos casos. El ejemplo más significativo es el de la caza, que se asocia exclusivamente al hombre y se representa, generalmente, en forma de caza mayor. De hecho, la imagen de dos hombres cargando una presa, generalmente un ciervo que cuelga de un palo, se convirtió en un tópico, aunque se atestigüe poquísimo en el repertorio antropológico. En cambio, otras actividades que sí están atestiguadas, como el acarreo de leña o agua aparecen muy poco y normalmente tampoco asociadas a mujeres. La caza, en realidad, sería mayoritariamente caza menor o de presas de tamaño medio e implicaría a todo el grupo, incluyendo a mujeres y niños. Además, frente al peso que se le suele dar en las ilustraciones, que muestran a los cazadores de una forma heroica, la alimentación se sustentaría, salvo en las épocas más frías, mucho más en la recolección o, incluso, en el carroñeo.

Lo mismo pasa con otras actividades como la industria lítica o la minería, mientras que una imagen paradigmática de la mujer es la del tratamiento de las pieles, arrodillada en el suelo. Se asocia así a la industria textil, considerada como algo típicamente femenino durante mucho tiempo. Asimismo, en el caso de aparecer figuras que no están realizando actividades reconocibles, también son mayoritariamente mujeres. Tampoco aparecen, por lo general, liderando actividades o a la comunidad. El ámbito ritual también se reserva, en las imágenes, al mundo masculino, especialmente el de la pintura rupestre. Es curioso que, en este último caso, investigaciones recientes apuntan a que los autores podrían ser, en una gran parte, mujeres y subadultos. Las impresiones de manos, al menos, nos muestran un panorama mucho más equilibrado que el que nos dejan imaginar los museos y centros de interpretación.

Aún más ausente está el hombre en las actividades de cuidado. Es prácticamente imposible encontrar hombres adultos cuidando de niños, y menos aún, cargando a neonatos o niños muy pequeños. Lo mismo pasa en el caso de la higiene personal o el juego. Esto nos lleva también a reflexionar sobre la sonora ausencia de los niños, en general, en las muestras, representaciones y explicaciones de museos y libros de texto, pese a su constante presencia en las sociedades. Asimismo, en muy pocas ilustraciones se les muestra realizando actividades productivas, que sería algo bastante normal.

Hay que tener en cuenta que esto no puede desligarse de los prejuicios que ha tenido también la investigación en sí misma, como en el caso de la atribución directa, y sin más comprobaciones, de ajuares de armas a tumbas masculinas y ajuares con joyas a tumbas femeninas. Casos como el de la Dama de Baza en el que, no sin resistencias, hubo que aceptar que la enterrada era una mujer, pese a que el ajuar contase con varias panoplias militares, han ido cambiando también esos prejuicios.

Los libros de texto, materiales educativos y representaciones en los museos siguen reproduciendo los roles de género estereotipados en sus ilustraciones. Esto afecta a cómo la sociedad los percibe como naturales e inmutables.

Esto es especialmente importante cuando pensamos que el impacto continuado de las imágenes de museos, libros, series o publicidad, afecta especialmente a los niños, aunque toda la sociedad tienda a “asumir” esos imaginarios colectivos. Aun así, Las niñas tienden a incluir más a mujeres en los dibujos y escenas que realizan cuando se les pide que representen escenas prehistóricas (o cualquier otra). Afortunadamente, este relato está cambiando en la actualidad. Se está haciendo un esfuerzo de reflexión sobre nuestros propios convencionalismos, tanto en la literatura académica como en los museos o en la elaboración de imágenes con otros fines didácticos. El material elaborado para la exposición “Las mujeres en la Prehistoria” en Valencia, la nueva musealización en los museos arqueológicos de Madrid u Oviedo (aunque la proporción sigue estando en torno al 20-30% de mujeres nada más) o el proyecto Past Women, son un buen ejemplo de estas transformaciones, que pueden ayudarnos a crear nuevos paisajes mentales y “desnaturalizar” nuestros prejuicios.

 

Bibliografía

  • Gifford-Gonzalez, D. (1993): “You can hide, but you can’t run: representation of women’s work in illustrations of palaeolithic life”. Visual Anthropology Review 9, pp. 3-21.
  • Querol Fernández, M. A., (2014) “Museos y Mujeres: la desigualdad en Arqueología”, Arqueoweb: Revista sobre Arqueología en Internet, 15 (1), 2014
  • Prados Torreira, L. (ed. lit.), López Ruiz, C. (ed. lit.): Museos arqueológicos y género: educando en igualdad, Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, Servicio de Publicaciones, 2017. ISBN 978-84-8344-589-1.
  • Sánchez Romero, M. (2018): “La (Pre)Historia de las mujeres: una revisión crítica de los discursos del pasado”. Andalucía en la historia, 61, 2018, pp. 40-45
  • www.pastwomen.net

Etiquetas: ,

Productos relacionados

Artículos relacionados

VI Concurso de Microensayo

De espíritus malignos y supersticiones a la locura. La evolución de las trepanaciones

El paso del tiempo se ha ido encargando, incansable y silencioso, de enterrar poco a poco nuestra historia, cubriéndola de capas y capas de olvido, hasta quedar totalmente sepultada en lo más recóndito y consiguiendo que, en nuestros días, desconozcamos una inmensa parte de nuestro pasado, de nuestra evolución, de nombres, inventos y fórmulas que nosotros hemos incorporado a nuestra vida cotidiana sin más y, por tanto, sin apreciar el origen de los mismos, optimizándolos pensando que son obra... (Leer más)
VI Concurso de Microensayo - Finalista

El ansia de trascender: los petroglifos podomorfos

Hay algo atávico, un extraño placer en dejar huella. Lo hacen ahora los niños en el cemento fresco igual que antaño lo hacían los neandertales en sus cuevas de arcilla.... (Leer más)
Contenido patrocinado

Linya, una mujer de hace 14 000 años del Prepirineo de Lleida

Los restos humanos evidencian la sutil conexión entre nuestro presente con un remoto pasado, y aunque no son abundantes siempre son mágicos. Sin embargo, no deja ser paradójico el persistente... (Leer más)