Aunque la relación entre Rodrigo Díaz de Vivar y Doña Jimena no parece que fuera tan tormentosa como la mantenida entre Charlton Heston y Sofía Loren durante el rodaje de El Cid, los largos periodos que la pareja estuvo separada dieron pie ya en la época a multitud de habladurías, refrendadas ahora por este estudio.

Cualquier persona educada es consciente de la extraordinaria impronta que la vida y leyenda de Don Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, han dejado en la cosmovisión de los españoles, pero en cambio muy pocos sospechan que esa huella está también impresa en nuestro ADN. Que esto es más que una frase hecha ha quedado demostrado merced a un ambicioso trabajo interdisciplinar llevado a cabo por el equipo dirigido por las profesoras H. de Payens y J. de Molay, de la Universidad de Beauseant (Canadá), y que ha sumado el concurso de especialistas en genética, historiadores y filólogos. El resultado de este esfuerzo conjunto, donde se dan la mano el primer estudio genético realizado con los restos del Campeador con un exhaustivo reexamen de las fuentes sobre su vida, acaba de ver la luz en un artículo publicado en la prestigiosa revista Ancient Genetics Journal con el título: “El Cid rides on: Rodrigo Díaz de Vivar as a most recent common ancestor for a newly identified Y-chromosomal lineage”, cuyas conclusiones nos permitimos resumir a continuación.

Los restos de Rodrigo Díaz de Vivar y su estudio genético

Los restos de Rodrigo Díaz de Vivar han sufrido diversas vicisitudes desde que aquel falleciera en Valencia en 1099, tal y como han investigado con minuciosidad Fernández Beobide y Barriocanal en su estudio editado en 2013: Los huesos del Cid y Jimena: Expolios y destierros. El Cid fue enterrado en primera instancia en la por él creada catedral valenciana –sita sobre la antigua mezquita aljama–, pero la amenaza de los almorávides hizo que su viuda Jimena abandonase la ciudad en 1102, llevando con ella los restos de su esposo, que encontraron descanso en el burgalés monasterio de San Pedro de Cardeña. Junto a él se dio sepultura a Jimena cuando falleció, aunque las osamentas de ambos debieron de ir cambiando de emplazamiento dentro del cenobio a lo largo de los siglos, hasta tal punto que en 1541 Carlos I exigió que fueran emplazados en el lugar central de la iglesia y no se mudasen. La orden del emperador fue vana, y en 1735 los restos de los señores de Valencia se colocaron en una nueva capilla, la de san Sisebuto, comúnmente conocida como capilla del Cid.

La Guerra de la Independencia no solo se cebó con los vivos, sino que Don Rodrigo también sufrió en sus huesos sus desmanes. La soldadesca francesa, atraída por la leyenda de que su tumba guardaba increíbles riquezas y huérfana de cualquier escrúpulo hacia lo sagrado merced a la nefanda furia iconoclasta que la Revolución había inoculado, no dudó en saquear la tumba del Cid. Se robaron sus fémures, metacarpos, fragmentos de cráneo… Para cuando el general Thiebault ordenó recomponer los cadáveres de Don Rodrigo y Doña Jimena y darles de nuevo sepultura en un monumento fúnebre en el Paseo del Espolón de Burgos, inaugurado el 19 de abril de 1809, buen parte de sus huesos estaban ya de camino a Francia. Así, hoy en día se conservan restos del Cid en lugares tan dispares como Burgos (en la Catedral, en San Pedro de Cardeña y en el Arco de Santa María), Madrid (un fragmento de cráneo recuperado por el Nobel Camilo José Cela en 1968 y depositado en la Real Academia de la Historia), Francia (Museo de Bertrand de Châteauroux), en la República Checa (castillo de Lanze Kynzvart, que conserva la Wunderkammer de la familia Metternich), Polonia (Palacio de Pulawy) e incluso Rusia…

Dibujo de Benjamin Zix titulado Viviant Denon devuelve los restos del Cid a su tumba. Dominique Vivant Denon, una suerte de “ministro de las Artes” de Napoleón, acompañó a este en varias de sus campañas para escoger obras de arte como botín de guerra que enriqueciesen los museos franceses. Pese al título de este dibujo, Denon cogió un fragmento de cráneo del Cid y parte de un fémur de Jimena, que acabaron en el gabinete de curiosidades del canciller Metternich en el castillo de Kynzvart, acompañados por el acta de autenticidad de 1809. También tenía Denon en su poder un relicario con otros pequeños fragmentos óseos del Cid y Jimena, subastado tras su muerte en 1826 y que tras pasar por varios propietarios acabó en el museo de Bertrand de Châteauroux. Fuente: Wikimedia Commons.

Aunque este trajinar motivó que hasta la fecha no tuviéramos certeza absoluta de si todos los restos óseos que se suponían pertenecientes a Don Rodrigo efectivamente lo eran –en algunos casos estaríamos ante despojos de su esposa, y no podemos descartar la intrusión en el conjunto de huesos de otros finados– las profesoras de Payens y de Molay, mediante una exhaustiva revisión de la evidencia, han podido definir de manera bastante certera aquellos que indudablemente cabe adscribir al Campeador. Tomando muestras de estos restos, el laboratorio de biología humana de la Universidad de Beauseant –que forma parte del proyecto internacional Mapping the Old World: Migration and Population in Ancient and Medieval Europe– pudo aplicar un completo análisis genético que ha arrojado resultados sorprendentes. Su estudio se ha basado en el análisis del cromosoma Y, que se transmite exclusivamente por vía paterna, y cuya secuencia a lo largo del tiempo permite observar la creación y perduración –o extinción– de linajes de forma muy precisa. Los investigadores de Beauseant encontraron una serie de características inusuales en este cromosoma Y de Rodrigo Díaz de Vivar que favorecieron la identificación de sus descendientes varones y han servido para constatar la expansión de su linaje. A continuación, se procedió a comparar dieciséis marcadores genéticos de este cromosoma con los de varios grupos de varones españoles, además de otros de Francia y Túnez, usados a modo de grupo de control. Los resultados han sido sorprendentes, ya que el 18 % de los participantes compartían estos marcadores en las zonas de Zaragoza, Teruel, Cuenca, Guadalajara y Valencia, descendiendo el porcentaje en el resto de España y estando prácticamente ausente en Francia, donde el clúster estudiado apenas aparecía en un 1 % de la muestra escogida. Como dato sorprendente, la población analizada en Túnez muestra una coincidencia del 6 %. Como añadido, cabe destacar que el haplotipo R1a1a1b2 encontrado en el cromosoma Y del Campeador es muy habitual en las estepas euroasiáticas, lo que podría señalar que entre sus ascendientes hubo migrantes de la región, probablemente godos llegados a la Península entre los siglos V y VI.

La descendencia legítima e ilegítima de Don Rodrigo: nuevos documentos

Estos datos son a primera vista chocantes, puesto que solo conocemos tres descendientes del Cid, habidos con Doña Jimena: su hijo Diego y sus hijas Cristina y María. Diego cayó combatiendo contra los almorávides en Consuegra en el año 1097, probablemente en la veintena, y no se le conoce esposa o descendencia legítima. Cristina debió nacer alrededor de 1077, y casó con el infante Ramiro de Navarra, señor de Monzón y que acompañó al Cid en la conquista de Valencia. De esta unión nació García Ramírez V, que heredaría el trono de Navarra y recibiría el epíteto del Restaurador. La hija menor María, nacida entorno a 1080, maridó con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III el Grande −una hipótesis sugiere un matrimonio anterior con el infante don Pedro de Aragón−, pero murió en 1105 sin descendencia.

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Genealogía de Rodrigo Díaz de Vivar, con su descendencia legítima y posible descendencia ilegítima. © Desperta Ferro Ediciones

Por tanto, de los tres hijos legítimos del Cid solo una, Cristina, parece haber tenido descendencia, en el linaje de los reyes de Navarra, pero que no pudo haber transmitido el cromosoma Y de su padre puesto que este solo se transmite por vía patrilineal. Una magra simiente para que el ADN del Campeador esté, mil años después, presente en un elevado porcentaje de la población española. Los investigadores de Beauseant se han preguntado pues si acaso los hijos conocidos del Campeador no fueron sus únicos descendientes, tal y como señala claramente la evidencia genética. Recurrieron para ello a las fuentes históricas, que permiten explicar esta anomalía y afirmar que Rodrigo Díaz de Vivar fue un varón tremendamente prolífico. Es precisamente en las provincias que actualmente cubren los territorios donde transcurrieron los años de exilio del Cid −pormenorizadamente estudiados por David Porrinas en su libro El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra− donde, a tenor del estudio genético, se concentran los descendientes del mismo: desde el valle del Ebro hasta Valencia, a caballo del Sistema Ibérico. Recordemos que El Cid permaneció gran parte de su vida adulta alejado de su esposa, y todo hacer suponer que durante esos años de continua soledad habría frecuentado a otras mujeres. ¡Lo que no podíamos sospechar es que Don Rodrigo debió de tener ayuntamiento carnal −y descendencia− con cientos de mujeres!

Contamos, de hecho, con fuentes documentales hasta la fecha ignoradas que permiten afirmar que el Campeador tuvo abundantes bastardos. En primer lugar, el profesor R. Châtillon, catedrático de filología romance en Beauseant, ha llamado la atención sobre dos legajos conservados en el fondo documental del Archivo de la Corona de Aragón, procedentes del Monasterio de Nuestra Señora de Ibor, demolido en 1837 durante la desamortización de Mendizábal. Uno de ellos ha sido datado de finales del siglo XII, mientras que el otro presenta más dificultades para ser fechado, y ambos recogen las reclamaciones que sobre dos predios pertenecientes al monasterio elevan dos hombres que dicen apellidarse Ruy y Díaz y quererse nietos de mio Cit el Campiador. Tradicionalmente tenidos como falsificaciones decimonónicas, el profesor Châtillon ha constatado, mediante análisis del pergamino y los pigmentos empleados para la tinta que estamos ante documentos medievales, que, además, recogen conjuntamente los dos apelativos del Cid, “mio Cid” y “Campeador”, tal y como aparecen también en el Linage de Rodric Díaz, fechado alrededor de 1195.

mapa Rodrigo Díaz de Vivar linaje el Cid

Este mapa muestra, de manera simplificada, los principales movimientos del Cid durante sus dos exilios, junto con las zonas de la península ibérica donde en la actualidad el porcentaje de varones que comparten el cromosoma Y de Rodrigo Díaz es cercano al 18 %. Comparando ambos mapas se comprueba la coincidencia entre las zonas recorridas por El Cid y aquellas donde mayoritariamente residen los individuos que descenderían del Campeador. © Desperta Ferro Ediciones

La segunda fuente sobre la descendencia ilegítima del Cid es la obra del morisco valenciano Cide Hamete Benengeli, Lamento por España. Benengeli, cuyo nombre cristiano era Juan Domínguez, fue expulsado de la península a comienzos del 1610 y se estableció en Túnez, que acogió a una enorme cantidad de moriscos. Allí redactó, en castellano aljamiado, su Lamento por España, obra que recoge fuentes andalusíes medievales para dibujar una confusa y parcial historia de la España musulmana entre la conquista y la expulsión. En el capítulo que dedica a la conquista de Valencia por El Cid se mezclan rasgos que parecen beber de romances populares con otros procedentes de obras históricas andalusíes, como el Kîtab al Dâjira de Ibn Bassam o el Kîtab al-iktifá de Ibn al-Kardabus, y se detecta una ambivalencia a la hora de tratar al personaje. Así, por una parte, Al-Razed acusa “al demonyo de ese Rodrygo Dyaç” de cometer mil y una injusticias contra los valencianos, entre ellas seducir a muchas mujeres −“sin distynguir entre doncella e casada”−, pero en otro fragmento se reclama, con un punto de orgullo, de la estirpe del “Çidi Rodrygo”, origen según él de muchas familias de moriscos expulsados ahora de la que había sido la tierra de sus antepasados. Esto parece corroborado a tenor de ese 6 % de varones tunecinos que comparten, según el estudio de la Universidad de Beauseant, el cromosoma Y de Don Rodrigo Díaz, y que cabe entender como descendientes de algunos de los 80 000 moriscos valencianos que allí llegaron entre 1609 y 1610.

La fertilidad como rasgo heroico

La capacidad reproductora de Don Rodrigo puede, además, colegirse de su leyenda. Como ya señalase a comienzos del siglo XX el profesor Ortega y Pacheco en su edición crítica del Poema del Mío Cid, este no debe entenderse como una mera expresión de literatura nobiliaria y cortesana, sino que, merced a las reelaboraciones de trovadores y juglares, recogería también el sentir popular. Es por ello por lo que Ortega y Pacheco sostiene que el Poema está lleno de dobles sentidos y alusiones ocultas, y que cuando este refiere insistentemente a “cabalgar”, “aguijar” y “soltar las riendas”, a “celadas” y “algaras”, estaría haciendo referencia a la sobrehumana capacidad de Don Rodrigo para yacer con hembras y propagar su estirpe. Se trataría de ocultas bromas salaces que solo el vulgo comprendía, y que le permitían burlarse, en inofensiva revancha, de las clases dominantes. La capacidad reproductora de El Cid entronca además con algunas reliquias de la literatura céltica que el profesor M. Almagro-Gorbea ha detectado en el Poema, como los augurios que Don Rodrigo lee en el vuelo de los cuervos. En este sentido, el poso céltico del Poema del Mío Cid parece dibujarlo como un mítico héroe fundador −heros ktistes− capaz de engendrar un linaje.

Todo esto, que podía entenderse como exageraciones poéticas que trataban de cargar las tintas en rasgos que exaltaran la virilidad del héroe, ha sido sin embargo corroborado por los estudios genéticos. Después de muerto, el Campeador sigue ganando batallas: todos, o al menos un amplio porcentaje de los españoles, somos hijos del Cid.

Bibliografía

Almagro-Gorbea, M. (2018): Los celtas. Imaginario, mitos y literatura en España. Almuzara.
Châtillon, R. (2019): “Les bâtards de mio Cit el Campiador”, Romance Philology Quaterly, n.º 255, pp. 125-167.
de Payens, H., de Molay, J. (dirs.) (2019): “El Cid rides on: Rodrigo Díaz de Vivar as a most recent common ancestor for a newly identified Y-chromosomal lineage”, Ancient Genetics Journal, n.º 20, vol. 2, pp. 22-277.
Fernández Beobide, A., Barriocanal, L. (2013): Los huesos del Cid y Jimena: Expolios y destierros. Burgos: Diputación Provincial de Burgos.
Olaya, V. (2019): “El Cid, el héroe castellano despiezado por Napoleón”, El País, 3/10/2019.
Ortega y Pacheco, V. (1912): El Poema del Mío Cid. Nueva edición crítica. Murcia.
Porrinas González, D. (2019): El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra. Madrid: Desperta Ferro Ediciones.

 

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