Moneda de plata acuñada en época de Arquelao

Moneda de plata acuñada en época de Arquelao. Junto al caballo del anverso puede leerse su nombre. Fuente: Cngcoins

El desastre de Sicilia sacudió los maltrechos cimientos que sustentaban la hegemonía ateniense, cuyo esplendor languidecía a medida que avanzaba la guerra del Peloponeso. La debacle de Alcibíades y sus compañeros no fue una derrota más en este extenuante conflicto armado, sino un punto de inflexión definitivo en el marco de relaciones del mundo heleno. Bajo las aguas de la isla mediterránea se apagó la vida de miles de atenienses y junto a ellos sucumbió buena parte de su flota, la gran baza estratégica sobre la que se sostuvo el poder de la polis en sus años de apogeo. El golpe dejó tan aturdida a Atenas que su influencia en otros territorios decayó de inmediato[1]. Nadie mejor que Tucídides para ponderar las consecuencias de la catástrofe siciliana:

«Toda la ciudad sufría por la pérdida de muchos hoplitas y jinetes, de una juventud como no veían otra a su disposición y, al tiempo, habían perdido por el momento las esperanzas de salvarse ante la apreciable falta de barcos en los arsenales, de dinero en el tesoro público y de tripulaciones para la escuadra. Creían, además, que los enemigos se harían a la mar inmediatamente desde Sicilia con sus naves rumbo al Pireo […] Sus aliados, en fin, tras hacer defección, ayudarían a éstos» (VIII, 1).

La réplica del seísmo del 413 a.C. se dejó notar muchos kilómetros al noreste, en la región de Macedonia. Los fríos trazos de sendas inscripciones nos ofrecen una ventana histórica a la que asomarnos para comprender el cambio de paradigma. Se trata de dos decretos promulgados por Atenas. El primero, datado hacia el 415 a.C., se dirige a Pérdicas II, quien regía los destinos del reino en aquel momento. Con un tono altivo, propio de los años de mayor soberbia de la Liga de Delos, se exige al monarca que no exporte remos a ninguna otra ciudad que no sea la capital del Ática. El segundo, que podemos situar en el 407/6 a.C., califica a Arquelao como proxenos y evergetes por proporcionar a los atenienses la madera y los astilleros necesarios para recuperar su maltrecha flota. El cambio de actitud de la otrora potencia griega muestra a las claras que su situación le impedía exigir nada a nadie, más bien todo lo contrario[2].

La oportunidad

El gran benefactor de los atenienses en tierra macedonia tenía, sin duda, su propia agenda. Lejos de aparecer como una mera comparsa, Arquelao se había propuesto cubrir el vacío de poder que el repliegue de sus actuales aliados había producido en la zona. Por ello emprendió una serie de reformas políticas, sociales y culturales que forjaron el núcleo sobre el que Filipo II construiría el gran reino que dominó Grecia y permitió a Alejandro Magno conquistar buena parte del mundo conocido. Es nuevamente Tucídides quien nos pone en contexto:

«Los macedonios en cuestión no podían defenderse del ataque de un ejército tan numeroso y se refugiaron en todas las plazas fuertes y recintos amurallados que había en el país. Estos no eran muchos, si bien después Arquelao, el hijo de Pérdicas, hizo construir los que hay ahora, abrió caminos rectos y, entre otras cosas, organizó todo lo relativo a la guerra: caballería, armamento y bagajes en general más poderosos que los de los otros ocho reyes que le precedieron juntos» (II, 100).

Hasta el ascenso de Arquelao al trono el ejército macedonio no se distinguía de otras huestes de los Balcanes, integradas por hombres que luchaban al servicio de un notable, mal equipados y, posiblemente, peor entrenados[3]. El poder militar, por tanto, se concentraba en la capacidad de movilización de los hetairoi, los aristócratas más próximos al rey que, con frecuencia, eran el único contrapeso a la figura del monarca[4].

Holplitas griegos guerras médicas

Recreación de dos hoplitas de la época de las Guerras Médicas. Fuente: PAR – Arqueología y Patrimonio Virtual.

Investigadores como William Greenwalt han inferido de las palabras de Tucídides que Arquelao propició cambios estructurales para favorecer la formación de un nutrido cuerpo de hoplitas en su reino. La infantería pesada, que tantos éxitos cosechó en los campos de batalla de la Hélade, habría supuesto un complemento de excepción a la experta caballería local, pero la transformación iba más allá del terreno militar[5]. La proliferación de estos soldados implicaba una profunda transformación social y económica, puesto que la condición de hoplita estaba unida al desarrollo urbano, a la proliferación de pequeñas propiedades agrícolas y a la aparición de una pujante actividad comercial[6]. Estas medidas iban en contra de los grandes latifundios que estaban en manos de los hetairoi, a los que es posible, según Greenwalt, que se les llegara a confiscar territorios. La astuta jugada de Arquelao no solo fortalecía militarmente su reino, sino que debilitaba la influencia de la aristocracia e incrementaba las arcas de la corona. Uno de los indicios materiales que conservamos de la prosperidad del reinado de este rey es, precisamente, su política de acuñación de moneda, en la que se preocupó por dejar clara su hegemonía en Macedonia y su relación con Atenas[7].

Los éxitos militares de Arquelao son un indicador indiscutible de la efectividad de sus reformas. Anfípolis, viejo objeto de deseo de los atenienses, mantenía su trabajada independencia, mientras que en Calcídica y la costa tracia seguían chocando los intereses de diferentes poleis griegas. El audaz rey macedonio, consciente de que aquellas disputas no eran prioritarias para sus intereses, decidió mirar hacia la frontera oeste, cuya inestabilidad había costado la vida a su predecesor, Pérdicas, y a miles de compatriotas. Enfrentó a la coalición lincesto-iliria encabezada por Arrabeo II y Sirras y trató de neutralizar a los elimeos mediante el matrimonio de su hija mayor con Derdas. En la frontera este, Arquelao tomó Pidna tras un intenso asedio en el 410 a.C. y recuperó Bisaltia, emplazamiento clave por sus minas de plata, que le reportaron importantes ingresos para consolidar su política. Al final de su reinado intervino en Tesalia, vecina del sur, en ayuda de los aleuadas de Larisa, una de las ciudades principales de la región. Ayudó a consolidar el poder de los oligarcas, tomó rehenes de las familias disidentes y recibió a cambio de su contribución el control de Perrebia, un paso estratégico de gran relevancia. Arquelao, consciente de sus limitaciones, se retiró cuando los opositores acudieron a Licofrón de Feras y Esparta en busca de ayuda. Su intención no era desencadenar un conflicto de mayor repercusión[8].

El propósito principal de Arquelao era asegurar la integridad del territorio macedonio, pero no demostró una voluntad decidida de ampliar sus dominios más allá de los mencionados movimientos fronterizos. En esta línea cabe interpretar la mejora de las comunicaciones y la construcción de fortificaciones de defensa, tal y como refería la cita de Tucídides. Es posible que los restos de una torre y lienzos de muros excavados en Demir Kapija, datados en el siglo V a.C., formen parte de esta campaña. Los investigadores le han atribuido el traslado de la capital del reino de Egas a Pela, pero cabe anotar un importante matiz. En la zona de los Balcanes y, en casi todo el mundo antiguo, no existía una ciudad hegemónica, centro oficial del estado, tal y como la conocemos hoy en día[9]. La capital estaba donde se encontraba el rey en cada momento. En este sentido, nuestra atención nos lleva hasta el palacio real de Pela, de cuya existencia disponemos de evidencias históricas y arqueológicas. El emplazamiento de esta ciudad era mucho más importante para el propósito de Arquelao que la vieja ciudad de Egas que, si bien mantuvo su importancia como sede funeraria de la dinastía argéada, quedaba lejos de las principales vías de comunicación del reino. La proximidad de Pela al río Vardar resultaba clave para asegurar el control del comercio fluvial de madera, del que se nutría la necesitada Atenas[10].

La cuestión de la helenización

El debate sobre la capitalidad de Pela nos lleva a otra cuestión controvertida: la supuesta tendencia helenizante de Macedonia bajo el reinado de este monarca. Las fuentes nos informan de la llegada de ilustres representantes de la cultura griega a la corte de Arquelao. El más célebre de todos ellos fue el dramaturgo Eurípides, quien murió precisamente en Pela poco antes que el rey. Allí compuso dos obras: Bacantes y Arquelao. La fortuna no quiso que esta segunda se conservara hasta nuestros días, pero sí sabemos que trataba de reforzar el mito del origen argivo de la dinastía argéada. Eurípides presenta a su anfitrión como descendiente de Heracles y fundador de Egas por indicación de Apolo (13). La lista de artistas griegos llegados a Macedonia se amplía con el poeta épico Querilo de Samos, el músico Timoteo de Mileto, el pintor Zeuxis de Heraclea, el autor trágico Agatón e, incluso, es posible que el propio Tucídides acudiera a la llamada de Arquelao. Sin embargo, uno de los personajes más relevantes de la cultura ateniense, Sócrates, pareció rehusar la amable –y lucrativa– invitación[11].

Estatua de Eurípides Louvre

Estatua de Eurípides sentado. Esquilino de Roma (Italia). Siglo II d.C. Museo del Louvre. En la parte trasera aparecen inscritos los títulos de todas las obras escritas por el dramaturgo. La segunda de la imagen es Arquelao. Foto: Mario Agudo Villanueva

Cabría pensar que tal despliegue intelectual se debía a la intención de Arquelao de ganarse el favor de los atenienses, sus preciados aliados, a quienes abastecía de madera y albergaba en sus astilleros, como hemos visto. Sin embargo, la precaria situación de Atenas no invita a pensar que el rey macedonio necesitara prodigarse con semejantes gestos. Por otro lado, si su intención era mejorar su imagen entre los griegos, no podemos decir que tuviera mucho éxito. Aristófanes censuró a Eurípides en su obra Las Ranas por haber aceptado el ofrecimiento de Arquelao, mientras que Trasímaco se preguntaba si los atenienses, siendo griegos, debían ser esclavos de Arquelao, “un bárbaro”[12]. Estas no son las únicas voces contrarias al rey macedonio. Platón lo presenta en el Gorgias como un usurpador que no dudó en matar a todos sus oponentes al trono (4710c) y en el Segundo Alcibíades lo califica de “tirano” (141d), Eliano apunta que era hijo de la esclava Símique (XII, 43) y Ateneo nos habla de los dispendios que tenían lugar en su corte (VIII, 345e). Para contextualizar estos testimonios no debemos olvidar que estamos leyendo a fuentes griegas –o de clara influencia helena–, algunas contemporáneas de nuestro protagonista, como Platón, otras más tardías, como Eliano y Ateneo, pero todas ellas ajenas al mundo macedonio, cuyas costumbres no eran bien vistas por buena parte de sus vecinos del sur.

Una última decisión, de la que nos informa Diodoro, vuelve a situar las intenciones de Arquelao en la órbita cultural griega: la institución de un certamen en honor de las Musas y de Zeus en Dion (XVII, 16, 3). Este certamen, tan importante para los Macedonios que hasta el propio Alejandro se encomendó a su celebración antes de su partida hacia Asia, incluía festivales dramáticos y juegos deportivos, al más puro estilo de los juegos panhelénicos de Olimpia, Nemea, Corinto o Delfos. De nuevo nos vemos abocados a un intenso debate historiográfico. Borza afirma que es muy probable que ningún rey macedonio, salvo Filipo, participara en los juegos panhelénicos, aunque las fuentes históricas nos dicen que tanto Alejandro I Filoheleno como el propio Arquelao, lo hicieron[13]. Si alguien quisiese reivindicarse como griego, se preciaría de participar en los juegos ya existentes, pero no de organizar unos en paralelo. Es posible, como apunta Borza, que como rey macedonio no estuviera autorizado a participar, de manera que decidió crear su propia competición para todos aquellos que se sintieran excluidos de los panhelénicos. De ser así, habría que interpretar esta “helenización” de la corte macedonia como un intento de ganarse respeto interior, tal y como hizo en su momento Hammond o sostiene el propio Borza, más que aventurarnos en una supuesta hipótesis que presentaría a Arquelao como el garante de una campaña de introducción del mundo macedonio en la órbita cultural griega[14].

Una muerte inesperada

Disponemos de tres testimonios históricos sobre la muerte de Arquelao. Uno en las Moralia de Plutarco, otro en la Biblioteca de Diodoro y un último, y quizás más fiable, de la Política de Aristóteles (1311b). El filósofo de Estagira, familiarizado desde niño con la casa real macedonia, profundiza en las causas últimas del regicidio. Mientras que para Diodoro se trató de un accidente en una partida de caza (22), el pensador revela un complot de oscuras intenciones en el que unos muchachos despechados –Crateo, Helanócrates de Larisa y Decámnico– participaron en la muerte del rey. El primero estaba desilusionado porque Arquelao había incumplido su promesa de entregarle a una de sus hijas en matrimonio, un hecho que habría supuesto una mejora considerable de su posición entre los hetairoi. Frustrada su tentativa casamentera, el joven se sintió utilizado por el rey. Algo parecido al sentimiento que Aristóteles atribuye a Helanócrates, posiblemente uno de los rehenes que los macedonios tomaron tras su intervención en Larisa. El muchacho esperaba regresar a su hogar, pero ante las evasivas de Arquelao, llegó a la conclusión de que era su atractivo lo que le retenía en la corte extranjera. Por último, Decámnico, uno de los primeros incitadores del regicidio, ardía de resentimiento al parecer porque el monarca le había puesto a disposición de Eurípides para que le azotara por haberse metido con su maloliente aliento.

Mosaico caza del ciervo Pella Macedonia

Mosaico de la caza del ciervo procedente de la “Casa del rapto de Helena”, en Pela. Datado hacia el siglo IV a.C. Pella Achaeological Museum. Fuente: Wikimedia Commons.

Los datos que proporciona Aristóteles coinciden, en buena medida, con el esquema de la muerte de Filipo e, incluso, con la conspiración de los pajes de Alejandro. Elizabeth Carney, en un estudio sobre el regicidio en Macedonia, señalaba como causas de estos complots la ausencia de un sistema definido de sucesión, el carácter absolutamente personal de la monarquía macedonia y las insidias amorosas fruto de una pederastia institucionalizada[15]. Si a esto añadimos, en el caso concreto de Arquelao, la frustración matrimonial de Crateo, señalado como autor material de la muerte, obtenemos un cóctel letal. Una fuente tardía, Claudio Eliano, profesor de retórica que vivió entre los siglos II y III d.C., detalla en sus Historias curiosas que su ejecutor llegó a reinar “tres o cuatro días” hasta que cayó víctima de otra conspiración (II, 9). Una noticia que debemos poner en cuarentena, habida cuenta de otras imprecisiones de su relato.

El momento elegido para acabar con la vida de Arquelao no es casual: todas las fuentes coinciden en que el rey murió en una partida de caza. La actividad cinegética era mucho más que un entretenimiento. Para los macedonios se trataba de un ritual que simbolizaba la estructura misma del reino, con el rey como máxima expresión de la fuerza y del triunfo, acompañado de los hetairoi. El ritual de la caza es una legitimación del poder del monarca. De ahí que atentar contra su figura en semejante escenario era, tal y como ha puesto de manifiesto Greenwalt, un desafío a la autoridad real[16].

El legado de Arquelao es incierto. La mayoría de investigadores apuntan a Filipo II como el verdadero creador del estado macedonio[17], pero algunas de las reformas emprendidas por el padre de Alejandro recuerdan a la agenda seguida por su antecesor. Es difícil comprender la política de fortificación de los límites del reino que llevó a cabo Arquelao sin imaginar que sus planes pasaban por consolidar todos aquellos territorios bajo su mandato, lo cual puede considerarse como el embrión del futuro estado macedonio. Es cierto que su muerte a manos de los conspiradores dio al traste con su proyecto, pero aquel conjunto de reformas, que hoy conocemos de forma fragmentaria a partir del exiguo testimonio de las fuentes y escasos restos materiales, pudo constituir la semilla a partir de la que se gestó el gran reino macedonio que acabaría expandiéndose hasta los confines del mundo conocido.

Fuentes históricas

  • Aristóteles. Política. Traducción de Manuel García Valdés para Gredos. Madrid, 1988.
  • Ateneo. El banquete de los eruditos. Traducción de Lucía Rodríguez-Noriega Guillén para Gredos. Madrid, 2006.
  • Claudio Eliano. Historias curiosas. Traducción de Juan Manuel Cortés Copete para Gredos. Madrid, 2006.
  • Diodoro de Sicilia. Biblioteca histórica. Traducción de Juan José Torres Esbarranch y Juan Manuel Guzmán para Gredos. Madrid, 2006.
  • Elio Arístides. Discursos. Traducción de Fernando Gascó y Antonio Ramírez de Verger para Gredos. Madrid, 1987.
  • Heródoto. Historia. Traducción de Manuel Balasch para Cátedra. Madrid, 2011.
  • Jenofonte. Helénicas. Traducción de Orlando Guntiñas Tuñón para Gredos. Madrid, 1982.
  • Justino. Epítome de las historias filípicas de Pompeyo Trogus. Traducción de José Castro Sánchez para Gredos. Madrid, 1995.
  • Platón. Gorgias. Traducción de J. Calonge Ruíz, E. Acosta Méndez, F.J. Oliveri y J.L. Calvo para Gredos. Madrid. 1987.
  • Platón. Segundo Alcibíades. Traducción de Juan Zaragoza y Pilar Gómez Cardó para Gredos. Madrid, 1992.
  • Solino. Colección de hechos memorables. Traducción de Francisco J. Fernández Nieto para Gredos. Madrid, 2001.
  • Tucídides. Historia de la guerra del Peloponeso. Libro VIII, cap. 1. Traducción de Luis M. Macía Aparicio para Akal Clásica. Madrid, 1989.

Bibliografía

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  • Anson, E. (2020): Philip II. The Father of Alexander the Great. Bloomsbury.
  • Antela, B. (2009): Sucesión y victoria: una aproximación a la guerra helenística en “Gerión”, 27, nº 1. 161-177.
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Mario Agudo Villanueva (Madrid, 1977). Licenciado en Periodismo y MBA. Ha compaginado su carrera profesional en el mundo de la comunicación con trabajos de investigación y divulgación en el campo de la historia. Ha sido director de Románico y Mediterráneo Antiguo y colaborador de espacios de radio como Ser Historia. Forma parte del consejo editor de Karanos. Bulletin of Macedonian Studies y es autor de Palmira. La ciudad reencontrada (2016), Macedonia. La cuna de Alejandro Magno (2016), Atenas. El lejano eco de las piedras (2018), El bestiario de las catedrales. Animales y seres fantásticos del mundo antiguo al medievo cristiano (Almuzara, 2019) y Hécate. La diosa sombría (Dilema, 2020).

Notas

[1] Sobre el desastre de Sicilia: AGUDO (2018, 215-223), POMEROY et alii (2012, 333-339) y FIELDS (2009).

[2] Las inscripciones son la IG I2. 77 (415 a.C.) y la IG I2. 105 (407/6 a.C.). Sobre su interpretación: GREENWALT (2003, 139) y BORZA (1990, 162-163).

[3] BORZA (1990, 166), HECKEL y JONES (2009, 12).

[4] ANSON (2020, 55-56).

[5] GREENWALT (2019, 11). Sobre el poder de los reyes macedonios BORZA (1990, 231-248), ANSON (2020, 15-35), HATZOPOULOS (2020, 103-121) y AGUDO (216, 77-87).

[6] VAN WEES (2017, 251-290) y KAGAN y VIGGIANO (2017, 1-72). En general, sobre hoplitas SEKUNDA (2009).

[7] GREENWALT (2003, 136-137 y 150). Un repositorio de monedas de la época de Arquelao se puede consultar en http://www.wildwinds.com/coins/greece/macedonia/kings/archelaus/

[8] BORZA (1990, 164).

[9] BORZA (1990, 167-168) y MOLINA MARIN (2020, 277-279).

[10] GREENWALT (1999, 158-183). Las fuentes han dejado testimonios indirectos de la ubicación de la corte en Pela. Jenofonte nos dice que era la ciudad más importante de Macedonia (V, 2, 13), los oradores atenienses que se referían a Filipo II hablaban de la corte de Pela y allí nació el mismo Alejandro Magno. La arqueología, de momento, ha arrojado algunas luces sobre la fundación de la ciudad, pero el nivel del siglo V a.C. se encuentra en un estado casi arrasado. Sobre las excavaciones más recientes en la ciudad puede consultarse Akamatis, I. M. (2009): The Pela archaeological Site Development Project and the latest archaeological Findings en “Zurück Zum Gegenstand. Festschrift Für Andreas E. Furtwängler”. Beier & Beran. Pp. 521-529. En cuanto al recinto del palacio puede consultarse Chrysostomou, P. (2011): The palace of Pella en “The Archaeological Museum of Pella”. Latsis Foundation. Pp. 58-65.

[11] Conocemos la invitación a Sócrates, entre otros, por Elio Arístides (Contra Platón, 242).

[12] GREENWALT (2003, 138-141) y BORZA (1990, 165).

[13] Sobre la participación de Alejandro I Filoheleno en los juegos panhelénicos puede consultarse Heródoto (VIII, 121) y Justino (VII, 2-14). Sobre el triunfo de Arquelao en sendas carreras de cuadrigas en los juegos Píticos y en los Olímpicos no habla una fuente muy tardía, Cayo Julio Solino, que escribió una recopilación de anécdotas históricas en su Colección de Hechos Memorables hacia el siglo IV (9, 15-16).

[14] BORZA (1990, 171-175).

[15] CARNEY (1983, 262-263).

[16] GREENWALT (2019, 16). Sobre la caza como institución macedonia AGUDO (2016, 56-58) y GRAEKOS (2011, 75-92).

[17] ANSON (2020, 73-92).

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