fíbulas de águila origen de los visigodos

Un par de fíbulas en forma de águila (Adlerfibeln) procedentes del rico ajuar de la tumba 2 de Apahida (Cluj, Rumania). De esta necrópolis rumana, relacionada con el origen de los visigodos, se conocen tres tumbas correspondientes a la aristocracia bárbara, y dotadas de abundantes ajuares. Las tumbas se fechan en la segunda mitad del siglo V. Museo Nacional de Historia de Rumania, Bucarest. © Wikimedia Commons /James Steakley

El nombre “godos” es frecuentemente citado en las fuentes literarias antiguas, tanto en griego como en latín, desde el siglo I d. C.: en Estrabón (Geografía VII.1.3); en Plinio (Historia Natural IV.11.99) bajo la forma de gutones; en Tácito (Germania 44.1) denominándolos gothones y gotones (Anales II.62.2); y en Ptolomeo (Geografía III.5.8). La inscripción en un anillo de oro hallado en Pietroassa (Rumanía), de la segunda mitad del siglo IV, recoge la grafía gutani. La forma gothi aparece solo a partir del siglo III, empleada por los autores griegos y latinos, haciendo referencia a la presencia de contingentes godos en el ejército de Gordiano a mediados del siglo III (año 242).

Según el relato de Jordanes (Getica V.38), los godos se habrían asentado en la costa póntica en el periodo de interminables guerras civiles que sucede a la muerte de Alejandro Severo, llevando a cabo una serie de victoriosas campañas militares contra los vándalos, marcomanos y cuado-suevos, pueblos asentados en el curso medio del Danubio. Hacia el 250 los godos, dirigidos por Argaito y Gunterico, en alianza con los taifales, los vándalos asdingos y otros pueblos atraviesan el Danubio; hecho que se repetiría al año siguiente, bajo el mando del rey godo Cniva. La presencia numerosa de legionarios romanos entre los godos –soldados descontentos acantonados en el limes danubiano–, explica la organización estrictamen­te romana, con un frente en tres líneas, del ejército bárbaro en la decisiva batalla de Abrito (251), donde el emperador Decio encontraría la muerte junto a su hijo. Es en este momento en el que se evidencia un significativo proceso de romanización en la conocida como cultura de Černjahov, ligada, precisamente, a la presencia de soldados romanos entre estos pueblos bárbaros.

A lo largo de la segunda mitad del siglo III y primera mitad del siglo IV, tuvieron lugar una serie de cambios, internos y externos, en el heterogéneo conjunto de gentes denominadas como godos, que se evidencian igualmente en otros grupos, y que han quedado reflejados tanto en los propios textos como en el registro arqueológico. Por una parte, se constatan en el mundo funerario tumbas con armas, tanto ofensivas como defensivas, en consonancia con un marcado proceso de militarización de las élites bárbaras. Algo que las fuentes parecen corroborar en el segundo tercio del siglo IV, pues los godos de Hermenerico lideraron, en ese momento, una amplia federación de pueblos bárbaros instalados entre el Danubio y el Don (ámbito geográfico que los autores latinos denominan como la “Sarmacia europea”, la Scythia o Gothia), conformando un poderoso imperio. Por otra parte, la documentación arqueológica evidencia también una fuerte influencia de la civilización romana. Los elementos de vestimenta, las vajillas y armas que se hallan en las tumbas de los siglos III y IV, en Rusia meridional y en el curso inferior del Danubio, muestran la romanización progresiva de los godos.

Los arqueólogos que estudian el mundo bárbaro han acuñado el concepto de “cultura arqueológica” para intentar diferenciar los diversos conjuntos de pueblos, evitando así eludir el polémico y peyorativo concepto de “etnia”. En lo que respecta a los godos, son dos las culturas arqueológicas que se asocian a lo que los autores romanos denominaban como gothi a mediados del siglo III: la cultura de Wielbark y la cultura de Černjahov-Sîntana de Mureş; coincidentes, precisamente, con las dos primeras oleadas de movimientos migratorios que se documentan para ese momento.

La cultura de Wielbark

La cultura de Wielbark se extendería desde el siglo I hasta mediados del siglo III, manteniéndose en su ámbito espacial inicial en torno al Vístula hasta comienzos del siglo V, con influencias escandinavas consistentes en prácticas funerarias mixtas (incineración/inhumación) y construcciones rituales de forma circular en piedra. Algunos autores no dudan en plantear abiertamente un origen escandinavo para la dinastía de los Amalos (a la que pertenecía Hermenerico) a pesar de las claras influencias procedentes del área póntica, perceptibles en las joyas, escudos y lanzas. Esta cultura denota, no obstante, una gran heterogeneidad por la diversidad de pueblos que la componen, oriundos tanto del ámbito escandinavo como del continente, no siendo los godos los únicos, pues los gépidos, por ejemplo, conforman un núcleo muy potente dentro de ella. De hecho, la cultura de Wielbark se materializa hacia finales del siglo I, en el marco de una entidad política mayor que los textos denominan como gutones, asociada a lo que se conoce como “cultura godo-gépida”.

Mapa origen de los visigodos

Mapa del origen de los godos, culturas arqueológicas. Pincha en la imagen para ampliar. © Desperta Ferro Ediciones

La cultura de Wielbark es conocida, fundamentalmente, a partir de sus necrópolis y se caracteriza por sus grandes conjuntos funerarios de carácter mixto de planta circular en piedra, con áreas diferenciadas para la incineración y la inhumación; la ausencia de armas y la escasez de elementos de vestimenta en la tumbas masculinas; la existencia de un tipo de vestimenta característico en las tumbas femeninas, consistente en un par de fíbulas en bronce, que llevaban sobre la espalda y/o el pecho, para cerrar un manto (peplos), completado con grandes hebillas de cinturón de bronce y collares con piedras preciosas. El final de la cultura de Wielbark en Pomerania se caracterizaría por una progresiva diferenciación estilística entre la vestimenta masculina (más sometida a las influencias foráneas, sobre todo procedentes del mundo romano) y la femenina (mucho más “conservadora” y menos permeable).

En el ámbito espacial correspondiente a esta cultura arqueológica, las fuentes literarias mencionan toda una serie de pueblos, además de los godos, que podrían evidenciar rasgos similares: “germanos orienta­les”, como los rugi, semmones, vándalos, gépidos o longobardos; o “germanos occidentales”, como los lugi. La arqueología muestra un movimiento migratorio a partir de finales del siglo II –recogido igualmente en los textos–, desde el Vístula hasta el sector meridional europeo, simultáneo al surgimiento de la cultura de Černjahov.

La cultura de Černjahov-Sîntana de Mureş

La denominada cultura de Černjahov, documentada a mediados del siglo III a partir de la necrópolis ucraniana epónima, pertenecería al ámbito sociopolítico conformado por la “federación goda” –liderada por Hermenerico en el siglo IV– y se desarrollaría hasta inicios del siglo V. A comienzos del siglo IV se expandió hacia la actual Rumania, denominándose allí como cultura de Sîntana de Mureş. Para algunos autores, el surgimiento de esta “cultura” reflejaría la separación hacia el año 291 de los dos grupos principales de godos: los tervingi-vesi (visigodos o “germanos del oeste”) y los greutingi-ostrogothi (ostrogodos o “germanos del este”). La cultura de Černjahov se localiza en la costa del mar Negro, entre las desembocaduras del Danubio y del Don, actuales Ucrania, Moldavia y Transilvania.

La necrópolis que da nombre a esta cultura arqueológica, Černjahov (situada en la cuenca me­dia del Don), fue descubierta en 1899, y desde entonces el debate en torno a su adscripción étnica ha sido constante: mientras que para los investigadores alemanes se trataría de una cultura “típicamente germánica” (incluso fue utilizada por el III Reich para justificar la anexión de Ucrania), para los arqueólogos rusos y rumanos sería el precedente de los eslavos. La existencia de elementos característicos de la cultura de Wielbark ligada a grupos de “germanos”, entre ellos los godos, es visible en algunos materiales como las fíbulas y la cerámica no hecha a torno. Ambas culturas, tanto la de Wielbark como la de Černjahov, comparten el mismo tipo de vestimenta femenina, coexistiendo la incineración con la inhumación como prácticas funerarias, al tiempo que estarían prácticamente ausentes las armas en las tumbas.

Sin embargo, ciertos elementos se consideran característicos de la cultura de Černjahov, como las grandes viviendas en madera tipo Stalhaus o los peines de hueso de forma semicircular, y se encuentran entre diferentes gentes pertenecientes al ámbito bárbaro. Mientras que otros indicadores, como ciertas formas de cerámica no elaborada a torno, fíbulas, espejos metálicos, viviendas en piedra o inhumaciones con nichos excavados en los laterales, constituirían costumbres de origen iraniano e, incluso, de poblaciones de tipo escita o sármata de las estepas próximas al mar Negro. A ello se añadirían claras influencias de tipo eslavo (viviendas de madera con fondo excavado en el suelo) y tracio (incineraciones en urnas). Una de las características más determinantes de la cultura de Černjahov en lo que respecta al mundo funerario ‒además de la sorprendente ausencia de lo que se conoce como “tumbas principescas” o de élites‒ es la práctica inexis­tencia de objetos de hierro en las tumbas y, concretamente, de armas. Este rasgo distintivo no constituye un hecho baladí, puesto que en las denominadas “necrópolis visigodas” de la península ibérica la ausencia de armas en los enterramientos es una constante.

Estamos, evidentemente, ante grupos poblacionales de carácter multiétnico sometidos a fuertes procesos de mestizaje y aculturación a lo largo del tiempo, algo que se correspondería con lo que los textos indican respecto a una federación de gentes bárbaras que se identifican generalmente con los godos, asentados, como hemos visto, en este amplio sector geográfico desde mediados del siglo III.

El nombre de godos, como señala Michel Kazanski, tiene una significación política y cultural, en absoluto étnica. La profunda e intensa romani­zación de la cultura de Černjahov, desde finales del siglo III, evidencia estrechos y fructíferos contactos con el mundo romano (resultado de pactos y alianzas), junto a la integración de gentes pertenecientes a la “federación goda” en el ejército romano (constatado por la presencia de armas en las necrópolis del limes danubiano). Si a ello añadimos la creciente pujanza del imperio de Hermenerico entre los diversos pueblos bárbaros, se explica la extraordinaria difusión de la cultura de Černjahov no solo en Centroeuropa, sino en todo Occidente, un fenómeno acorde con la relevancia que la “federación goda” tendrá en el proceso de las conocidas como “grandes migraciones”. En efecto, el periodo entre finales del siglo IV y comienzos del V, desde el punto de vista de las fuentes arqueológicas, evidencia una diáspora de objetos pertenecientes a la cultura de Černjahov. Es también el momento en el que en este ámbito se constata la aparición de objetos caracterís­ticos de la conocida como “moda danubiana”, originada en el curso medio del Danubio para difundirse ampliamente entre la aristocracia bárbara y las élites romanas desde finales del siglo IV y hasta la primera mitad del siguiente. Algunos de los elementos de vestimenta característicos de esta cultura, particularmente en su fase final ‒como el gran par de fíbulas de cabeza semicircular y pie alargado, acompañados de una gran hebilla de cinturón, característico de las tumbas femeninas‒ serían, para algunos investigadores, elementos originarios de la cultura de Černjahov.

fíbula aquiliforme ostrogodos

Otra fíbula aquiliforme, en este caso procedente del también rico ajuar de la tumba de una mujer en Domagnano (República de San Marino), que viene relacionándose tradicionalmente con los Ostrogodos. © Wikimedia Commons / CC BY 2.0 / Mattes

Se considera que la desaparición definitiva de esta omnipresente cultura tuvo lugar entre los años 400-410 y estaría directamente relacionada con el éxodo y/o diáspora goda en Occidente motivada por la presión ejercida por los hunos a partir del 375 con el hundimiento del imperio de Hermenerico. Un hecho que habría supuesto un despobla­miento significativo de todo el sector al norte del mar Negro y en el tramo final del Danubio (véase “Los hunos” en Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º 1). Se puede afirmar, por lo tanto, que la fase final de la cultura de Černjahov, en el periodo inmediatamente anterior a las “grandes migraciones” (entre el último tercio del siglo IV y comienzos del V), asociada generalmente al ámbito godo, evidencia los mismos elementos que la definen desde sus comienzos, manteniendo siempre la misma homogeneidad en el registro material. Se constatan, a su vez, influencias de otros ámbitos que estarían indicando la llegada de pueblos provenientes del centro y sur de la Polonia actual (un área relacionada con los vándalos) y que podrían haber acompañado a los hunos a partir del año 375.

La arqueología de los godos

¿Qué aporta, en definitiva, la arqueología al conocimiento de los godos? Mediante el concepto de “culturas arqueológicas”, se ha tratado de documentar, como hemos visto, la supuesta migración goda desde Escandinavia hasta el tramo final del Danubio y al norte del mar Negro, valiéndose para ello de las ambiguas descripciones etnográficas de los autores grecorromanos desde el siglo I a. C. Así, la cultura de Wielbark se asocia con los godos, aunque en el ámbito geográfico que se le atribuye al menos tres conjuntos poblacionales diferentes estarían relacionados con ella: los godos, los rugi y los gépidos. En lo que respecta a la cultura de Černjahov, se la considerada, tradicionalmente, como el núcleo de lo que serían los “germanos del este” (ostrogodos); aunque, como indicamos, la cultura de Černjahov se disociaría, fundamentalmente a partir del siglo IV, entre la Moldavia y la Rumania actuales, dando lugar a una diferenciación entre lo que las fuentes denominan como “tervingio-visigodos” (Sîntana de Mureş) y “greutungo-ostrogodos” (Černjahov).

Este método de análisis se basa en una asociación sistemática entre área geográfica identificada con el espacio de asentamiento de una etnia mencionada en los autores antiguos y la “cultura” arqueológica documentada a través del registro material en esa misma zona. Es preciso tener en cuenta que hablamos de fuentes, categorías y métodos de análisis diferentes que muchas veces se interrelacionan como si fueran equiparables, cuando la heterogeneidad y la ausencia por tanto de rasgos comunes inequívocos de identidad es lo que caracteriza a todos estos conjuntos poblacionales. Heterogeneidad visible no solo en los diversos nombres que los autores antiguos emplean para referirse a los godos (gotones, gutones, goútones, gúthones), sino en la imposibilidad de probar una continuidad histórica durante seis siglos, hasta el momento en el que Jordanes escribe su Getica en el siglo VI.

Esta discontinuidad histórica se explicaría por los diversos procesos de etnogénesis –constitución cuasi constante de pueblos a través de mecanismos de integración y asimilación– de los godos y, particularmente, por el impacto de los hunos sobre los pueblos asentados al norte del mar Negro y el bajo Danubio, lo que provocaría y/o estimularía su desmembración (según el relato de Jordanes) hacia finales del siglo III en los dos grandes conjuntos que darían lugar a los visigodos y ostrogodos. A finales del siglo III, entre los visigodos se incluirían alanos, hunos, baltos y taifales; es decir, un amplio conjunto multiétnico que estaría al servicio militar de Roma y que se instaló en base a un foedus, un pacto, en el año 382 en la provincia romana de Tracia, en el año 418 en Aquitania y, a partir del año 507, tras la derrota de Vouillée, en Hispania. Los ostrogodos, bajo una mayor influencia de los hunos, permanecerían en los Balcanes y en Panonia hasta que Teodorico empujara a Italia, entre los años 497/498, a una buena parte de ellos, configurando así un reino independiente hasta el año 552 (véase “Narsés y la conquista de Italia: 552-554” en Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º 18).

El registro arqueológico, en el caso de los ostrogodos en Italia y de los visigodos en Hispania, no permite diferenciarlos respecto al que podría atribuirse a otros conjuntos poblacionales de origen bárbaro o, incluso, de los propios hispanorromanos. Inexplicable –o no tanto teniendo en cuenta la inoperatividad del registro arqueológico a la hora establecer “identidades étnicas”– sería también la ausencia de “necrópolis visigodas” en Aquitania, área de asentamiento de los godos en el año 418. El propio término godos podría hacer referencia, exclusivamente, a cómo Roma denominaba al conjunto de pueblos que habitaban en el sur de la Rusia actual y al norte del tramo final del Danubio hacia mediados del siglo III. Una indefinición, tanto en el registro material como textual, que no permite, en definitiva, ni trazar una historia multisecular de los godos desde sus supuestos orígenes escandinavos, ni documentar arqueológicamente sus sucesivas migraciones de forma diferenciada respecto a toda una serie de elementos comunes a otros grupos de bárbaros y, particularmente, a sus élites.

Bibliografía

  • García Moreno, L. A. (1992): Las claves de los pueblos germánicos, 500 a. C.-711. Barcelona: Planeta.
  • Heather, P. (2010): Emperadores y Bárbaros. El primer milenio de la Historia de Europa. Barcelona: Crítica.
  • Kazanski, M. (1991): Les Goths (Ier-VIIe s. ap. J.C.). Paris: Errance.
  • López Quiroga, J. (2006): Gentes Barbarae. Los Bárbaros, entre el mito y la realidad. Murcia: Universidad de Murcia

Jorge López Quiroga es doctor en Historia por la Universidad de París IV, París-Sorbona y Geografía e Historia por la Universidad de Santiago de Compostela. Es investigador asociado en el Instituto de Estudios Medievales de la Universidad Federal de Rio de Janeiro y miembro correspondiente extranjero de la Sociedad Nacional de Anticuarios de Francia. Desde 2002 desarrolla su labor docente e investigadora en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado una decena de monografías y un centenar largo de textos en revistas científicas, actas de congresos y libros colectivos, abordando diversos aspectos de la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media tanto en la península ibérica como en el ámbito Mediterráneo.

Este artículo apareció publicado en el Desperta Ferro Arqueología e Historia n.º 15 como adelanto del siguiente número, el Desperta Ferro Arqueología e Historia n.º 16: Visigodos en Hispania.

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