Gravina batalla de Trafalgar

Trafalgar (1832), óleo sobre lienzo por Auguste Etienne François Mayer (1805-1890), Musée Nationale de la Marine, Francia. Federico Gravina resultó ser una de las piezas desaparecidas del combate marítimo acontecido el 21 de octubre de 1805, cuyas palabras y consejos no fueron escuchados por el almirante francés. Fuente: Wikimedia Commons.

Por medio de su tío, el príncipe de Raffadale, que era embajador de Nápoles en España por aquel entonces, solicitó para Gravina la Carta de orden de ingreso en la Compañía del Departamento de Cádiz, recibiendo este el oficio de guardiamarina el 18 de diciembre de 1775. A principios de 1777, en la fragata Santa Clara, ya nombrado alférez, Gravina midió su valentía en el rigor de la batalla, logrando la rendición del castillo de la Ascensión, frente a las tropas portuguesas en la isla de Santa Catalina[1].

En sus primeros lustros de servicio, Gravina participó en operaciones relevantes para los intereses españoles, como la reconquista de Menorca en 1782, bajo las órdenes del duque de Crillón[2] [3]; el sitio de Gibraltar en 1783 al mando de la fragata San Cristóbal, como capitán de fragata; y en el asalto de Argel ese mismo año comandando la fragata Juno.

Gravina, un oficial ilustrado

La creación de la Academia y Compañía de Guardiamarina de Cádiz, en 1717, fue primordial para la formación de los oficiales de la marina en el campo de la navegación, cartografía, matemáticas, astronomía y otras enseñanzas. Estos estudios recopilaban las recientes novedades científico-técnicas tanto nacionales como internacionales, otorgando a los oficiales de aquella época la posibilidad de expandir sus conocimientos navales en el extranjero.

En el caso de Gravina, estudió en Inglaterra en 1792, bajo la tutela del almirante Samuel Hood. Allí perfeccionó los conocimientos de marina y de arsenales, que le sirvieron para promover la modernización de los arsenales en España[4].

Los conocimientos adquiridos en la academia también le acompañaron a Gravina en su viaje a Constantinopla a bordo del Santa Rosa, en febrero de 1788, para trasladar al embajador turco en España, Yussuf Effendi[5]. Este viaje facilitó el acercamiento entre la Monarquía de Carlos III con el Imperio otomano.

En dicho viaje, Gravina describió, con fiel detalle, la ciudad otomana y su administración, documentado en su relato Descripción de Constantinopla. Con estas palabras, detalló los monumentos más importantes de la capital: “por fuera las principales mezquitas, Santa Sofía, Solimán y Sultán Hahmet. Después fuimos a ver el mercado (…) donde venden todas las estopas de Asia y todos los géneros de lienzos de algodón y de hilo”. También explicó cómo los musulmanes llamaban a la oración durante el Ramadán[6].

De regreso a España, Gravina realizó observaciones astronómicas y trazó parte de la carta del Mediterráneo Oriental, que no pudo completar debido a la propagación de la peste que desoló varios territorios de la zona.

Embajador prudente

Gravina juega un papel importante en la historia en su etapa como embajador en París, desde julio de 1804 hasta enero de 1805. En este corto periodo de tiempo defendió incesantemente los intereses de España, en el que trató de conservar la neutralidad en la guerra que libraba Francia contra media Europa; impulsar la venta de trigo desde Francia, para paliar la hambruna que sufrió la población española durante ese año[7]; y renegociar las cuestiones económicas del Tratado de los Subsidios[8], acordado por las dos naciones en 1803.

Para toda esta labor diplomática, Gravina cuidó en cosechar buenas relaciones con el ministro de Exteriores de la República Francesa, Maurice de Talleyrand, y con otros ministros relevantes. También tiene la oportunidad de congeniar, en su justa medida y con el debido rigor histórico, con Napoleón Bonaparte, quien siempre tuvo buenas referencias hacia Federico –según el historiador Pérez de Guzmán[9]–. Napoleón le definió con estas palabras: “Inteligente y audaz, leal y sincero, tipo del militar perfecto. ¡Si tuviera él un almirante así en Francia!”.

Gravina en calidad de embajador español, asistió a la coronación del emperador francés, el 2 de diciembre de 1804, y presenció la entrada de España en la guerra contra Inglaterra el 31 de diciembre de ese mismo año[10]. Gravina volvió a ser decisivo en el tratado de cooperación de España en la guerra, firmado con el ministro de la Marina francés, Denis Decrès, consiguiendo reducir la aportación de navíos españoles al combinado, ante las incesantes demandas de Napoleón por incrementar dicha contribución.

Valeroso en la batalla

En 1793, Gravina lideró el desembarco de la escuadra combinada en Tolón frente a la Francia republicana. Todo cuanto ocurrió en esa operación militar, trazará las primeras líneas de su heroica figura.

A mandos del San Ildefonso, Gravina tomó la plaza. El marino demostró astucia y valentía defendiendo la ciudad[11], cuyo ejército combinado, que no alcanzaba los 17 000 efectivos, tuvo que enfrentarse a un contingente de 74 000 hombres.

El buen gobierno de la plaza y el valor acometido en esta, grajearon a Gravina de un respeto por parte de los toloneses y de sus aliados[12]. Pero ello no evitó la evacuación de Tolón la noche del 18 de diciembre.

Tras la pérdida de Tolón, Gravina fue enviado a Rosas para comandar a las tropas españolas, que sufrían los ataques de los franceses en noviembre de 1794[13]. Gravina no cejó en socorrer al castillo de la Trinidad[14], y no pudo evitar la retirada de los españoles de la ciudad en febrero de 1795, tras 72 días de sitio.

El 22 de julio de 1805, cerca del cabo de Finisterre, la escuadra de Gravina, en combinación con la de Villeneuve, se situó por delante de los navíos franceses[15]. Divisaron a al menos 14 navíos ingleses, ocultos bajo la neblina[16].

Una vez acabado el combate, Gravina y los demás oficiales se percataron de la ausencia de los navíos Firme y San Rafael[17]. Este capítulo resaltará las diferencias entre Gravina y Villeneuve[18.

El desencuentro entre oficiales franceses y españoles se escenificará el 8 de octubre de 1805, frente a Cádiz. Tras conocer el acercamiento de más de 30 navíos ingleses por el estrecho de Gibraltar –comandados por el almirante Horacio Nelson–[19] los oficiales se reunieron en el Bucentaure donde Villeneuve, y algunos de sus subordinados, apostaron por salir de inmediato al encuentro de los navíos ingleses. Gravina y los suyos, por el contrario, aconsejaron aguardar en el puerto. Ante el enorme desacuerdo, se decidió por votación no dar la vela[20].

Gravina discrepó de las decisiones tácticas de Villeneuve en aquellos días –quien se sintió presionado por cumplir las exigencias de su emperador[21]–. Por otra parte, Godoy advirtió a Gravina para que preparase su escuadra ante un posible combate contra los ingleses[22] [23].

El 18 de octubre, y a pesar de haberse planificado su remplazo por el almirante Rosilly[24], Villeneuve ordenó dar vela a todos los navíos. Gravina ordenó la movilización de todos sus barcos.

“Siendo tan terminantes las disposiciones del gobierno para obedecer al jefe francés[25], sin la menor réplica se ordenó en su presencia al mayor general se retiraran los apostaderos de fuerzas sutiles, y volviera la gente a sus buques respectivos, preparándose todos dar la vela”, describió Escaño[26]. Tres semanas antes, Villeneuve advirtió a Decrès de las dificultades de llevar a cabo dicha movilización en tales condiciones[27].

Los navíos españoles y franceses se dispusieron uno detrás de otro, en fila. Gravina y Escaño permanecieron en el Príncipe de Asturias. Horas antes del comienzo de la contienda, Villeneuve ordenó formar línea de combate. Gravina, en cambio, propuso colocar sus barcos “a barlovento del cuerpo fuerte”[28] para atraer a varios navíos ingleses o, bien, caer sobre el alcance de los enemigos, cogiéndolos entre dos fuegos. Gravina hizo señales a Villeneuve pidiéndole libertad para maniobrar con independencia[29], pero esta fue denegada.

Ante la fuerte acometida de dos barcos ingleses, Gravina cayó gravemente herido el 21 de octubre[30]. Instantes después, muchos navíos del combinado se rindieron. Otros en cambio, no. El devenir de cuanto sucedió allí es bien sabido por todos.

Al finalizar esta batalla, Gravina fue trasladado a su casa en Cádiz. Padeció gravemente herido durante cinco meses hasta el día de su muerte, fechada el 9 de marzo de 1806. Su cuerpo descansa actualmente en el Panteón de los Marinos Ilustres de San Fernando, en Cádiz.

Conclusión

Federico Gravina fue un ejemplo de marino audaz y personaje ilustrado, fiel a sus convicciones y leal a sus superiores, que ha permanecido oculto en el olvido de la historia. El devenir de los acontecimientos impidió a Gravina llevar a cabo sus planteamientos tácticos durante la batalla de Trafalgar, tan opuestas a las decisiones desesperadas acometidas por Villeneuve, preso de sus dudas y temores. Como acabó dictaminando Napoleón a Decrès: “Gravina es todo genio y decisión en el combate. Si Villeneuve hubiera tenido esas cualidades, el combate (…) hubiese sido una victoria completa”[31]. No es posible determinar cuál hubiese sido el destino de la batalla de Trafalgar si Gravina hubiera comandado el combinado franco-español. Lo que sí sabemos es que el resultado de esta contienda condenó a Gravina al olvido.

Notas

[1] “Y aquí tuvo Federico la primera actuación que recuerda la historia: él fue el oficial encargado de intimar la rendición al único castillo que seguía con bandera portuguesa” (Fernández de Castro, C. El almirante sin tacha y sin miedo. Fundación Alvargonzález, 1956. p. 30).

[2] Reconquista de Menorca 1781-1782, Instituto de Historia y Cultura Naval. Armada Española. p.300.

[3] “Un lance puso de manifiesto a esta sazón la pericia marinera de Gravina. Apenas rendida Mahón, despachó el Duque (de Crillón) tres embarcaciones con el mismo objeto a su ayudante don Pablo Sangro, y embarcándose este en el San Luis, se propuso Federico llegar primero a Barcelona y lo consiguió, dejando inútil la navegación de los que habían precedido” (Mor de Fuentes, J. Elogio de Gravina. Repulles. 1806 pps 5 y 6).

[4] Benítez Martín, M. Biografía de Federico de Garvina, Real Academia de la Historia. Disponible en  http://dbe.rah.es/biografias/11283/federico-carlos-gravina-y-napoli.

[5] Fernández de Castro, C. o.c., p. 99.

[6] “Alrededor de la mezquita por fuera, a los cuatro vientos hay cuarto agujas con un caracol al interior, a cuyo extremo suben los derviches para llamar al pueblo a las horas de orar, que son particularmente a las 12 del día y de la noche en tiempo de Ramadán, y en este tiempo iluminan con candilejas dichas agujas, que hace hermosa vista” (Sanchez Molledo, J.M.  El viaje de Federico Gravina a Constantinopla en 1788. Arbor CLXXX, 711-712 .Marzo-Abril 2005. pps 727-744).

[7] Fernández de Castro, C. o.c., pps 310-313.

[8] Corona Baratech, C. Las relaciones entre Godoy Azara el tratado de subsidios de 1803. Cuadernos de Historia Diplomática, II, 1955, pps 125 y ss.

[9] Pérez de Guzmán. J. La cartera de Gravina. España Moderna. Tomo CCV. 1906.

[10] Fernández de Castro, C. o.c., p. 337.

[11] “Durante el sitio de Tolón el mando de las fuerzas, en su conjunto, lo tuvo, siempre Gravina, pero el de la plaza, con el título de Gobernador, fue desempeñado sucesivamente por Generales británicos. De ellos, lord Mulgrave se hermanó fácilmente con Gravina; el segundo, el General O’Hara, de carácter difícil, sostuvo grandes altercados con él a cuenta de su jurisdicción; al ser hecho prisionero le siguió el General Dundas, que estuvo, como el primero, compenetrado con Gravina” (Martínez-Valverde, C. La Real Armada y Federico Gravina en Tolón, en 1793. Revista de Historia Naval, Agosto-Septiembre).

[12] “La Gran Bretaña hará público en Europa que las Escuadras y los Ejércitos de los coligados fueron salvados por vos en el golfo de Tolón; la nación entera os da las gracias, y me siento orgulloso de poder expresaros, señor almirante, sus votos”, escribió el conde Elliot a Gravina días después de haberse retirado de Tolón (Fernández de Castro, C. o.c., p. 166).

[13] “Como plaza fuerte, Rosas no pasaba de ser de tercer orden, sin más defensa que el castillejo de la TRINIDAD. Gravina puso en él una guarnición de Marina, cuyo mando dio al Teniente de navío Don Esteban Morera, y rodeó el pueblo de trincheras. Después levantó los ánimos decaídos, alentándolos a la resistencia y prometiéndoles que su Escuadra no los abandonaría jamás y los proveería de cuanto necesitaran durante el sitio que seguramente sufrirían” (Ibid., p. 176).

[14] Gravina escribe lo siguiente a Godoy en la primera noche de 1795: “Estoy con mucho cuidado con el casillo de la Trinidad; ayer le hicieron un fuego terrible, y hoy, aunque no tanto, pero bastante vivo. Veré a el amanecer de comunicar con él; pero aunque llegue el caso de perderse no abandonaré la plaza, resuelto yo y todos los oficiales hasta que se pierda el último navío (Dios no lo quiera) a seguir defendiéndola, y socorriéndola… pues deseamos a porfía sacrificarnos por el mejor servicio de Su Majestad, y honor de sus Rl. Armas. Continuaré avisándote cuando ocurra” (Colección del R. P. Vela -Museo Naval. Ministerio de Marina).

[15] “Se empezaron a descubrir muchas velas: estábamos en tres columnas con viento del O.N.O, proa al E.S.E. La fragata Hermione señaló una Escuadra al N.N.E., y el Comandante francés mandó formar inmediatamente la línea de combate mura a babor a medio cable de distancia un navío de otro, haciendo zafarrancho. El General Gravina ordenó que la Escuadra española tomase la vanguardia de la línea, con su navío a la cabeza, y que por contramarcha siguiesen sus movimientos. A las dos y cuarto dispuso el General francés que el navío Plutón, cabeza de su línea, formase por la popa del Firme, cola de la nuestra, lo que se ejecutó” (Quadrado y De-Roó, F. Elogio del General Escaño. Imprenta de la Real Academia de la Historia. 1852 p. 133).

[16] “La niebla era tan espesa que no nos dejaba ver nuestra línea, y en algunas ocasiones nos ocultaba los mismos enemigos que combatíamos” (Ibid., p. 134).

[17] Ibid., p. 135.

[18] En las memorias de Godoy se encuentra el siguiente fragmento: “Cuando llegó la escuadra combinada a Cádiz, se dirigió a Madrid el general Gravina, para dar cuenta de lo hecho hasta aquel día y recibir las instrucciones del Gobierno. Los proyectos nuevos adoptados le parecieron los más propios y adecuados en aquellas circunstancias; pero añadió que Villeneuve no era el hombre para el caso. Dijo que le faltaba la energía de voluntad, la prontitud de ánimo y aquel arrojo militar que decidía los triunfos y aseguraba los sucesos en los instantes críticos; que era valiente y esforzado, pero irresuelto y tardo para el mando, pesando el pro y el contra de las cosas como quien pesa el oro, creyendo precaver todos los riesgos hasta los más remotos, y no sabiendo dejar nada a la fortuna. En cuanto a su pericia y sus conocimientos, decía que Villeneuve aventajaba a muchos de su tiempo, pero apegado enteramente a las teorías y a los recursos de la vieja escuela de Marina, muy difícil de acomodarse a las innovaciones de la Marina inglesa; porfiado en sus ideas, e inaccesible casi siempre a los consejos que diferían de sus principios y sus reglas. Decía, en fin, que Villeneuve, dominado por el temor cerval que le oprimía de disgustar al Emperador de los franceses, y teniendo siempre el principal encargo que éste le había hecho, de atender sobre todo a la conservación de las escuadras y de evitar un triunfo de los ingleses, era por esta causa muy más tímido en sus resoluciones, y que esta timidez, mal comprendida en sus motivos, le tenía ya sin crédito en la Armada, mal mirado igualmente por españoles y franceses (…) No era en efecto Villeneuve el hombre que debía oponerse a un marino como Nelson. A Gravina le encomendé que entretuviese por su parte cuanto le fuese doble al almirante Villeneuve para evitar todo combate que la seguridad de Cádiz o el honor de las armas aliadas no hiciesen necesario enteramente; díjele que en breves días sería reemplazado Villeneuve, que guardase bien este secreto” (Godoy, M. Memorias. Publicaciones Universidad de Alicante. 2008. p. 1065).

[19] Gravina conoce de este hecho por el Embajador de España en Lisboa, el Conde de Campo Alegre. Gravina escribió a Godoy el 2 de octubre (Conte Lacave, A. En los días de Trafalgar. Escelicer. 1955. pps 42-43).

[20] Quadrado y De-Roó, F. o.c., p. 145.

[21] Es significativo el despacho enviado por Decrès a Villeneuve el 1 de septiembre, en el que transmite la orden de Napoleón por dominar “el litoral de Andalucía y el estrecho de Gibraltar”, que esperaba que se le uniesen los navíos españoles fondeados en Cádiz y los ocho ubicados en Cartagena. Además, el Emperador francés instó a Villeneuve a embarcar lo antes posible y tenía que dar cuenta de sus deseos al “señor Almirante Gravina”. Napoleón termina diciendo lo siguiente: “He aquí lo que Su Majestad quiere, sin importarle nada la pérdida de los navíos, si se pierden con gloria; no quiere que sus escuadras se hallen bloqueadas por enemigos de fuerza inferior, y si de esta forma se presenta ante Cádiz, os recomienda y manda que no vaciléis en atacarle” (Lon Romeo, E. Trafalgar. Papeles de la Campaña de 1805. Institución Fernando el Católico. CSIC. 2005. pps. 193-194).

[22] Godoy le mandará un oficio en el que se inscribe lo siguiente: “Reduce pues a lo más preciso —le dice— las altas plazas de los navíos; forma tu Estado Mayor; lleva otro Jefe en segundo, si así lo juzgases conveniente, ya sea por el número de los buques ya por la calidad del servicio a que van destinados; en fin, organiza la escuadra cual debe ser en pie de combate, y pásame el estado de todo, tanto de buques como de tripulaciones; desembarca todo lo que sea del caso, y ponte listo para la salida, supuesto que el General Villeneuve no tiene hora segura” (Carta de Godoy a Gravina, de 26 de agosto de 1805 -Arch. Cent. de Marina, Sec. Histórica-, publicada por ALCALA GALIANO, op. cit., t. H, pág. 661).

[23] Gravina escribe a Gil y Lesmus el 11 de octubre lo siguiente: “De resultas de haber hecho el Almirante francés en la mañana del 7 del corriente la señal de prepararse a dar la vela, dispuse inmediatamente retirar los apostaderos de Rota y Caleta y que se reembarcase la tropa de Artillería que había puesto en tierra para el servicio de la plaza; pero habiéndose resuelto en Junta de Generales que se celebró al siguiente día a bordo del navío de S. M. I. el Bucentaure que la armada combinada surta en este puerto no saldría de 61 hasta tanto que se presentase un momento favorable para poderlo verificar; he creído volver (sic) a establecer estos apostaderos y tomado aquellas medidas de precaución y defensa que antes se habían estimado oportunas, para en el caso de que los enemigos intentasen algún ataque contra esta plaza o su puerto, pero con la prevención de que en el momento mismo que vuelvan a advertir en este navío la señal de prepararse a dar la vela, se restituyan todos inmediatamente a sus respectivos bordos, pues como tengo manifestado a V. E. antes de ahora, los 15 navíos de la Armada española que tengo el honor de mandar, están listos y prontos a salir a la mar a la primera señal” (Oficio de Gravina a Gil y Lemus, núm. 115).

[24] El propio Napoleón dispuso el remplazo de Villeneuve por el almirante Rosilly, provocando el “regreso de Villeneuve a Francia para dar cuenta de su conducta. Si el Almirante Rosilly encuentra en Cádiz la escuadra, tomará en seguida el mando” (La referida carta de Napoleón a Decrès, de 15 de septiembre de 1805, núm. 9.220 de la Correspondence).

[25] “El día 6 de octubre manifestó el almirante francés al general Gravina que se veía obligado a salir del puerto, por prevenírselo así las órdenes de su gobierno (dando las órdenes necesarioas a los buques españoles para estar prontos a dar la vela en cuanto lo estuviesen los franceses. El general español se limitó a contestar que consideraba necesario antes de levar anclas, celebrar un consejo en el que se oyese la opinión de todos los comandantes de los navíos de ambas naciones” (Quadrado y De-Roó, F. o.c., pps. 143-144).

[26] Ibid., p. 145.

[27] El 28 de septiembre Villeneuve mostró su desánimo a Decrès de poder salir tantos barcos a la vez en la bahía de Cádiz en tales condiciones: “Ignoro si V. E. conoce las condiciones de esta bahía, y cuán difícil resulta para una Armada tan numerosa ponerse a la vela al mismo tiempo si no es con viento del NE. al SE. Ruego a V. E. recuerde que el Almirante Bruix empleó tres días en su salida, lo que sería impracticable con una escuadra enemiga tan numerosa como la que nos observa. Necesito en absoluto para hacerme a la mar que el viento sople del Este, bien entablado, y no podré embocar al Estrecho sino cuando haya cambio al Oeste” (Villeneuve a Decrès; 28 de septiembre -Archives de la Marina, BB4, 230).

[28] Fernández de Castro, C. o.c., p. 397.

[29] “Serían las siete de la mañana cuando las fuerzas enemigas, en formación de diversas columnas, arribaron sobre nuestra línea con intención de acometerla por el centro y retaguardia. Al observar el movimiento el general Gravina solicitó del almirante el jefe el permiso de obrar independiente de la línea con la escuadra de observación que estaba a sus órdenes (…) Villeneuve la desaprobó terminantemente, previniendo al general español que permaneciese en la línea de batalla con estrecha sujeción a las instrucciones anteriores (Ferrar de Couto, J. Historia del combate naval de Trafalgar: precedida de la del Renacimiento de la marina española durante el siglo XVIII. Editores de la Historia de la Marina Real Española. 1851. pps 132-133).

[30] Quadrado y De-Roó, F. o.c., p. 151.

[31]Biografía de don Federico Gravina y Nápoli, Todo a babor. Disponible en https://www.todoababor.es/articulos/bio_grav.htm.

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