Lepanto

Desperta Ferro Historia Moderna

n.º 6
Octubre 2013
batalla de lepanto
7€IVA incluido

“El aspecto era terrible por los gritos de los turcos, por los tiros, fuego, humo; por los lamentos de los que morían. Espantosa era la confusión, el temor, la esperanza, el furor, la porfía, tesón, coraje, rabia, furia; el lastimoso morir de los amigos, animar, herir, prender, quemar, echar al agua las cabezas, brazos, piernas, cuerpos, hombres miserables, parte sin ánima, parte que exhalaban el espíritu, parte gravemente heridos, rematándolos con tiros los cristianos”. Así describió la batalla de Lepanto el historiador español Luis Cabrera de Córdoba (1559-1623) en su Historia de Felipe II. Lepanto es una de esas batallas con un enorme impacto en el imaginario colectivo y la cultura europeos, tan conocida que pudiera parecer que nada más resta por añadir. Nos enfrentamos al reto de tratar de poner en duda lo que creíamos saber sobre esta batalla, por un lado, y por otro incorporar el imprescindible punto de vista otomano, gran ausente de la tradicional visión de los vencedores cristianos. Esperamos haber podido ofrecer un resultado lo más completo y polifacético posible de “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”.

Lepanto ¿Una victoria anunciada? por Alessandro Barbero (Università del Piemonte Orientale)

La imagen más común de la batalla de Lepanto es, en gran medida, inexacta. Los hechos en sí, esto es, la incontestable victoria de la flota de la Santa Liga sobre la del sultán, no admiten duda, pero su relevancia sí. Que Lepanto fue una victoria decisiva, que detuvo la expansión del Imperio otomano y salvó a la Europa cristiana, que sobrevino casi milagrosamente en un momento desesperado, poniendo fin al mito de la invencibilidad turca… son afirmaciones repetidas a menudo en la divulgación, pero que las fuentes desmienten. Este artículo se detendrá en particular en el último aspecto: reconstruir el itinerario que llevó a la batalla, siguiendo de cerca las fuentes para aquellos meses y mostrando cómo la victoria no fue inesperada y milagrosa sino, al contrario, anunciada y largamente anhelada en el Occidente católico.

Galeras por Julio Albi de la Cuesta

En la nave enemiga tronaba su capitán, un renegado de Ferrara, que gritaba en español: “¡Perros cristianos, llegad, subid, probaréis la fuerza de mi brazo, y primero que ganéis un dedo de bajel os he de hacer mil pedazos”. El timonel español, amedrentado, no se atrevió a embestir. Estrada le dio dos cuchilladas en la cabeza, y le sustituyó por otro, vigilado por un soldado que le gritó: “señor capitán, a proa, que embisto con la capitana”. “Diez escudos te doy”, le respondió este, mientras corría. Se produjo el choque y “aferrándome a los cables, pendiente la espada con un cordón de la muñeca y el escudo del hombro colgado”, trepó a la cubierta turca, soportando una lluvia de golpes de alfanje y de cimitarra. Fue luego el sangriento cuerpo a cuerpo, en el curso del cual dio un espadazo en la frente al renegado, derrumbándole el turbante rojo con pedrería “que aún conservo” y haciéndole prisionero. Ilustrado por Julia Lillo y Pablo Outeiral.

Presidiose

La vida cotidiana en los presidios africanos por Juan Laborda Barceló

A la altura de 1571 el concepto de Presidiose había desarrollado plenamente. Con este nombre se definía a la fortaleza situada en las posiciones exteriores de la corona o a la misma guarnición que defendía la plaza. Desde los avances de los Reyes Católicos por el norte de África, como la toma del peñón de Vélez de la Gomera en 1506, se hace necesario crear una fórmula de dominio de esas zonas alejadas, que posteriormente se repetirá con éxito en otros lugares. Orán, Túnez o los Gelves serán objetivos controlados a lo largo del siglo XVI, del mismo modo se actuará sobre el espacio italiano, como lo demuestran las fortalezas de Piombino, Nápoles o Milán.

La Armada otomana por İdris Bostan (Universidad de Estambul)

A pesar de su origen tierra adentro, en un pequeño principado en el noreste de Anatolia, la expansión otomana vino acompañada del desarrollo, desde finales del siglo XV, de una poderosa armada compuesta por distintos tipos de naves de diferentes tradiciones e influencias que, comandada por alguno de los personajes más brillantes de la época (como Barbarroja o Uchalí) otorgará al sultán el dominio del Mediterráneo durante décadas. Ilustrado por Julia Lillo y Pablo Outeiral.

La infantería española y la guerra en el Mediterráneo durante el siglo XVI por Eduardo De Mesa Gallego

Desde la Antigüedad, la galera demostró ser el buque de guerra más idóneo para combatir en el Mediterráneo. La embarcación, a pesar de todo, no tenía mucho poder ofensivo por sí sola. Los griegos y romanos la dotaron de espolones, de armas de torsión capaces de arrojar diversos tipos de proyectiles y de puentes para los asaltos, pero a la postre el infante tenía que abordar las embarcaciones contrarias. En la Edad Moderna, a pesar de todas las modificaciones que sufrió la galera tras casi 2000 años de servicio, el desenlace seguía siendo el mismo: el soldado de a pie tenía que tomar físicamente la nave adversaria. En este ámbito, como en tantos otros, destacó la infantería española, que llevó el peso de los combates en la batalla de Lepanto y hubo de sufrir la mayor cantidad de bajas.

Lepanto en la visión otomana por İdris Bostan (Universidad de Estambul) 

La batalla de Lepanto, conocida en la historiografía otomana como “la batalla de la armada derrotada”, se considera como el primer gran conflicto en la historia naval otomana en el que la flota resultó vencida y destruida. Esta famosa batalla naval fue la más decisiva en términos de consecuencias entre todas las batallas navales otomanas. Evaluar la batalla de Lepanto como una “guerra naval tecnológica” ofrecería un análisis incompleto si no se tienen en cuenta los acontecimientos que desencadenaron la guerra y los eventos paralelos que la acompañaron. Por lo tanto, se ha de mirar cuidadosamente la forma en la que se desarrolló la contienda, además de que se debe analizar la batalla de Lepanto en relación a la batalla de Préveza, acaecida en 1538. Ilustrado por Sandra Delgado, mapas de Carlos de la Rocha.

La batalla de Lepanto por Agustín Ramón Rodríguez González

Lepanto ha sido la batalla naval más importante de la era de las armas de fuego, tanto por el número de participantes como por el de buques enfrentados, por lo disputado de la lucha y por las bajas, al menos hasta el siglo XX. En ella se pueden observar tácticas, armamento y métodos de lucha muy antiguos, junto a otros realmente revolucionarios. Las consecuencias de la victoria de la Liga son objeto de polémica aún hoy, pero resulta evidente que la marina otomana dejó de ser desde entonces la amenaza estratégica que había sido. Ilustrado por Ángel García Pinto, mapas de Carlos de la Rocha.

El renegado “El Cigala” y la política mediterránea por Evrim Türkçelik

Uno de los fenómenos más característicos de esta época es el de los renegados, entre los que destacaría un ministro otomano de procedencia italiana y antiguo súbdito de la Monarquía Hispánica. Se trata de Cigalazade Yusuf Sinan, conocido como Cigala (su nombre de bautizo fue Scipione Cicala) en las fuentes españolas, quien dejó su impronta entre 1591 y 1606 en la política otomana y, sobre todo, en la política mediterránea de la transición del siglo XVI a XVII.

batalla de Lepanto Miguel de Cervantes

Cervantes escritor de Historia por Alfredo Alvar Ezquerra (CSIC)

La presencia de Miguel de Cervantes en Lepanto no fue su única permanencia en el Mediterráneo. Desde años antes había deambulado por Roma y por Nápoles (por lo menos), y a raíz de la gloriosa batalla permaneció un tiempo en Mesina curando sus heridas –rodeado de soldados alemanes, entre otros– y volvió a disfrutar y padecer de la vida del marino durante un lustro para acabar siendo hecho prisionero, sufrir la cautividad durante otros cinco años en Argel, regresar a España, volver a Orán en misión de información y no volver a poner los pies en una galera. Las experiencias que acumuló de todo ello están dispersas en su obra, vivencias que la prodigiosa mente del Príncipe de los Ingenios supo transmitirnos no como contador de historias, sino con vocación de historiador.

La sombra de Lepanto por David García Hernán (Universidad Carlos III de Madrid)

La batalla de Lepanto ha sido considerada generalmente por los historiadores como una victoria que no fue tan grande como se podía imaginar y que, en la práctica, fue un esfuerzo inútil y desaprovechado, incluso “un símbolo y poco más”. Todo eso es cierto, pero para valorar en su justa medida esta acción militar hay que tener en cuenta, especialmente a partir de las últimas investigaciones sobre la batalla en cuanto a su representación cultural, que (como en otras muchas facetas de la vida) todo depende de cómo se mire.  Desde un punto de vista efectivo, los logros concretos y manifiestamente perceptibles fueron escasos, pero los resultados potenciales del evento no fueron precisamente poco significativos.

Y además, introduciendo el n.º 7: David G. Farragut y su aventura en el Misisipi por John V. Quarstein

David G. Farragut, un alto oficial de la Armada de origen español (su padre, menorquín, había combatido en la Guerra de Independencia de EE. UU.), pasó de estar bajo sospecha por sus conexiones sureñas a convertirse en el Horacio Nelson norteamericano y el primero en detentar el recién creado rango de almirante de la Marina estadounidense. Dos de sus primeras acciones tuvieron mucho que ver en el despegue de su meteórica carrera, Nueva Orleans y Vicksburg. Mapas de Carlos de la Rocha.

 

podcast

La batalla de Lepanto en La Mecánica del Caracol, Radio Euskadi

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