batalla de Sinope

La batalla de Sinope (1853), óleo sobre lienzo de Iván Konstantínovich Aivazovski (1817-1900), Museo Naval Central, San Petersburgo. Este cuadro del célebre pintor de marinas ruso de origen armenio muestra el momento central de la acción entre las escuadras rusa y otomana. La ventaja de los primeros es patente: aunque cuentan con menos unidades, se trata de buques de línea de dos y tres puentes, los primeros con 84 cañones y los segundos con 120, mientras que las naves turcas y egipcias son, en su mayoría, fragatas de entre 44 y 62 piezas. Asimismo, los navíos rusos estaban equipados con los novedosos canons-obusiers ideados por el artillero francés Henri-Joseph Paixhans (1783-1854), que disparaban proyectiles explosivos consistentes en una bala hueca de forma cónica, de unos 27 kg de peso, cargada con una cantidad de pólvora que oscilaba entre los 4,9 y los 8,2 kg. El disparo prendía una espoleta que tardaba un tiempo variable en consumirse en función de su longitud y detonaba la carga tras encastarse en el casco del buque enemigo. El inglés Adolphus Slade, al mando del vapor turco Taif, describió la escena. Tras unas andanadas iniciales demasiado elevadas, “una brisa dispersó el humo y permitió al enemigo corregir su puntería. Entonces sobrevino una terrible ejecución; era inevitable con buques de línea armados con cañones pesados de 68 libras que vomitaban andanadas sobre fragatas y corbetas. Algunos de los buques turcos no fueron capaces de disparar más de tres andanadas tras aquello. En una fragata, en pocos minutos, seis cañones de hierro acabaron quebrados, y varios de bronce quedaron doblados”. Wikimedia Commons

A principios de la década de 1850, Rusia intentó hacer realidad su principal objetivo en la región al asumir el control sobre los estrechos turcos e incrementar su dominio sobre el mar Negro. Como pretexto, los rusos usaron la disputa sobre la gestión de los lugares sagrados cristianos en la Palestina otomana. Rusia y Francia se disputaban el derecho al cuidado de los peregrinos y de los fieles cristianos que vivían bajo la autoridad del sultán. El Imperio otomano, amenazado por la expansión rusa, trazó una alianza con las potencias occidentales porque Gran Bretaña y Francia entendían que los planes rusos ponían en peligro sus intereses económicos y políticos en el Levante.

El estallido de la guerra conocida por la historiografía como Guerra de Crimea o Guerra Oriental fue fruto de la toma de Moldavia y Valaquia –principados danubianos que eran objeto de rivalidad entre rusos y turcos– por parte de los ejércitos del zar, en julio de 1853. Como respuesta, el 16 de octubre de 1853 el Imperio otomano declaraba la guerra a Rusia. En la primera fase del conflicto, de octubre de 1853 a marzo de 1854, las acciones bélicas estuvieron protagonizadas exclusivamente por fuerzas armadas de ambos Estados. El momento culminante de la guerra en el mar fue la batalla de Sinope, el 30 de noviembre de 1853, el último gran enfrentamiento de la historia de buques de guerra propulsados a vela.

La marina rusa

En vísperas del estallido de la Guerra de Crimea, el núcleo de la flota rusa en el mar Negro estaba formado por navíos de línea. Estos habían sido construidos según planos modernos y con sólidos materiales de construcción naval. Gracias a su fuerte dotación de artilleros y una buena instrucción, las tripulaciones rusas no se rendirían ante los buques de esta clase pertenecientes a la Marina Real británica y a la Marina Nacional francesa.

En 1853, la Flota del Mar Negro disponía de catorce buques de línea y seis fragatas de vela, siete fragatas de vapor (con ruedas de paletas ubicadas a ambos lados), cuatro corbetas de vela, doce bergantines, veintiocho lanchas cañoneras y docenas de pequeñas naves auxiliares con propulsión a vela. En el astillero de Nikoláyev estaban en la etapa final de construcción dos navíos de línea de vela, dos corbetas de vapor y una cañonera. En total, en el mar Negro, los rusos contaban con 61 barcos, en los que se desplegaban 2500 cañones y más de cien unidades más pequeñas sin artillería. En los buques servían un total de aproximadamente 35 000 marineros, incluidos 1450 oficiales. Cerca de 20 000 marineros más fueron enviados a servir en la defensa de la costa.

Por un lado, se nombró al príncipe Aleksandr Ménshikov comandante en jefe de las fuerzas navales y terrestres del Imperio ruso en la cuenca del mar Negro. Por otro lado, el comandante de la flota y los puertos del mar Negro era el anciano almirante Moritz von Berg, que no tenía experiencia en combate. Ejercía las funciones de jefe de Estado Mayor de la flota el vicealmirante Vladímir Kornílov, uno de los oficiales de la Armada Imperial rusa más talentosos de su generación. La moral de las tripulaciones era alta y los marineros estaban bien adiestrados. Cabe atribuir la mayor parte del mérito en el entrenamiento de las dotaciones al almirante Mijaíl Lázarev, comandante de la flota y los puertos del mar Negro entre 1834 y 1851.

Las tradiciones de la escuela de Lázarev, cuyos elementos característicos fueron la introducción de la disciplina consciente y la eliminación del castigo corporal, hallaron continuidad en sus alumnos más aventajados: Vladímir Kornílov, Pável Najímov y Vladímir Istomin, que destacaron durante la Guerra de Crimea tanto en acciones navales como durante la defensa de Sebastopol. Por iniciativa del almirante Lázarev, se estableció un gran astillero en Nikoláyev y uno de menor tamaño en Novorosíisk. En Sebastopol, la principal base operacional de la Flota del Mar Negro, se construyeron muelles modernos y se inició la construcción de un gran astillero llamado Lazarevska.

A principios de la década de 1850, el almirantazgo ruso sabía que la era de los buques de vela estaba llegando a su fin. El Gobierno zarista, sin embargo, llegó tarde a la introducción en el servicio de los buques de vapor. Sin duda, esto fue resultado del atraso económico de Rusia, que impedía al país euroasiático competir con eficacia con las potencias occidentales en el campo de la tecnología naval. En 1842, gracias a los esfuerzos del almirante Lázarev, se compraron para la Flota del Mar Negro cinco fragatas de vapor (con ruedas de paletas laterales) en Inglaterra (Jersón, Krim, Besarabia, Gromonosets y Odesa). Sin embargo, estas naves se utilizaron principalmente como medio de transporte y prácticamente no participaron en las maniobras de entrenamiento. En la década anterior al estallido de la Guerra de Crimea, la Flota del Mar Negro recibió tan solo un barco que cumplía totalmente con los requisitos técnicos de su época. Se trataba de una fragata de vapor con ruedas laterales, llamada Vladímir, que se construyó en Inglaterra en 1848 bajo la supervisión de Vladímir Kornílov. Tenía una fuerte dotación de artillería (dos cañones de 24,5 cm, cinco cañones de 21,4 cm, cuatro cañones de 15,2 cm y dos cañones de 13,8 cm) y alcanzaba la velocidad de once nudos. Fue la nave más moderna de la Flota del Mar Negro durante la Guerra de Crimea, comparable a las naves de esta clase de las marinas de guerra de las potencias occidentales.

La armada otomana

En la primera fase de la Guerra de Crimea, el único oponente de la flota rusa del mar Negro fue la Armada turca. Su núcleo estaba formado por buques a vela, incluidos cinco navíos de línea, diez fragatas, nueve corbetas y doce bergantines. Los apoyaban cinco fragatas de vapor (con ruedas laterales) y alrededor de treinta pequeñas embarcaciones auxiliares de vela. El sultán también tenía a su disposición una flota egipcia: tres buques de línea y cuatro fragatas de vela. Parte de las unidades, incluido un buque de línea y cinco fragatas, no podían prestar servicio temporalmente mientras se realizaban las reparaciones periódicas necesarias. Además, se encontraban en construcción tres navíos de línea que, supuestamente, tenían que entrar en servicio en la primavera de 1854.

En total, la armada otomana contaba con cuarenta y ocho buques de combate artillados con más de dos mil cañones. Estambul constituía la base de las principales fuerzas de la flota turca, y el comandante en jefe de la armada era el almirante Mahmud Pachá. Uno de los oficiales más distinguidos que sirvió en dicha marina fue el inglés Adolphus Slade, que había sido asesor personal del sultán para asuntos marítimos, desde 1839, bajo el nombre de Musavera Pachá. En opinión de los extranjeros que tuvieron la oportunidad de observar los ejercicios de la flota turca, el entrenamiento de las tripulaciones dejaba mucho que desear y la moral era baja. El estado de los arsenales, astilleros y fábricas de armamento tampoco era satisfactorio.

Primeras escaramuzas

En vísperas del estallido de la guerra, la Flota del Mar Negro recibió la orden de transportar municiones desde Crimea hasta la costa del Cáucaso. La tarea fue ejecutada por la escuadra al mando del vicealmirante Najímov, quien entre septiembre y octubre de 1853 trasladó desde Sebastopol a Sujumi a la 13.ª División de Infantería (más de 16 000 soldados con dos baterías ligeras de artillería). En la operación de desembarco se utilizaron once transportes protegidos por el núcleo de la escuadra, que consistía en doce navíos de línea.

Tras el comienzo de las hostilidades, se ordenó al vicealmirante Najímov que patrullase las aguas entre Anatolia y Crimea. El 16 de noviembre de 1853, los rusos lograron su primer éxito en la contienda. La fragata Besarabia (del teniente Piotr Szczegolev) se hizo con el carguero de vapor turco Mecihire Tacihiret, que, tras ser conducido a Sebastopol, se incorporó a la flota rusa bajo el nombre de Turok. El 17 de noviembre se libró la primera batalla entre naves de vapor de la historia en la zona del puerto de Penderaklia, en Anatolia. La fragata rusa Vladímir (al mando del teniente Grigory Butakov) bombardeó y obligó a arriar la bandera a la fragata de vapor egipcia Pervaz Bahir (del contraalmirante Said Pachá). El buque de la flota otomana, averiado, fue remolcado a Sebastopol y, tras las reparaciones pertinentes, se incorporó al servicio de la flota rusa bajo el nombre de Kornílov.

La batalla de Sinope y la destrucción de la escuadra otomana

El 23 de noviembre de 1853, la escuadra del vicealmirante Najímov, que patrullaba las aguas de la costa de Anatolia, se encontró con una escuadra otomana anclada en la bahía de Sinope. Najímov organizó el bloqueo del puerto y, tras obtener municiones, comenzó los preparativos para la gran batalla. En vísperas del choque, los rusos disponían de seis buques de línea (Emperatriz María, Chesma, Rostislav, París, Gran Duque Constantino y Tri Sviatítelia) y dos fragatas de vela (Kulevtcha, Kagul). La escuadra otomana estaba comandada por un veterano de la batalla de Navarino (1827), el vicealmirante Osman Pachá, y consistía en seis fragatas de vela (Nizamieh, Avni Illah, Navek Bahri, Damiat, Nessin Zafer y Fazl Illah), dos fragatas de vapor (Taif y Erkelye), dos corbetas de vela (Feyz Mabud y Nejm Fishan), una balandra (Kel Safid) y dos transportes.

La escuadra de Najímov tenía una clara ventaja en cuanto a artillería, porque Osmán Pachá solo podía desafiar los 716 cañones desplegados por los rusos con 472 propios, y de un calibre mucho menor. El plan del vicealmirante ruso se basaba en un ataque directo de sus navíos de línea contra la escuadra otomana. Las naves rusas debían entrar en la bahía de Sinope y, después de acercarse a distancia de tiro de artillería, echar anclas para evitar las derivas del viento. Se suponía que dos disparos del buque insignia iban a ser la señal para abrir el fuego. A las fragatas rusas se les ordenó maniobrar a la entrada de la bahía y evitar que los barcos turcos a vapor se escabulleran.

Mapa de la batalla de Sinope

Mapa de la batalla de Sinope (30 de noviembre de 1853). Pincha en la imagen para ampliar. © Desperta Ferro Ediciones

El 30 de noviembre, a las 12.00 horas, los buques de línea rusos se adentraron en la bahía de Sinope formando dos columnas. La derecha incluía el buque insignia del vicealmirante Najímov, el Emperatriz María, el Gran Duque Constantino y el Chesma. La columna de la izquierda estaba liderada por el París, seguido del Tri Sviatítelia y el Rostislav. Fueron recibidos por los cañonazos de las unidades otomanas, alineadas en media luna y sostenidas por baterías de costa. Los artilleros turcos, con el fin de detener el ataque, apuntaban principalmente al aparejo de las naves rusas. Tras acercarse a distancia de tiro de cañón, los navíos de línea rusos arrojaron anclas y abrieron fuego contra las naves y baterías del enemigo. El Emperatriz María, tras un intercambio de disparos con la fragata Avni Illah, el buque insignia del vicealmirante Osmán Pachá, obligó a la nave turca a embarrancar. Entonces, el insignia ruso bombardeó a la fragata Fazl Illah, le causó numerosos incendios y la obligó a arrojarse contra tierra.

El Gran Duque Constantino y el Chesma acribillaron a la fragata Navek Bahri y causaron una explosión en los pañoles de municiones que resultó en el hundimiento del barco turco. A continuación, los dos buques de línea rusos dirigieron sus cañones hacia la corbeta Nejm Fishan, que se hundió tras incendiarse. El París, que encabezaba la segunda columna, hundió la balandra Kel Safid y obligó a las fragatas Damiat y Nizamieh a embarrancar. El Tri Sviatítelia, por su parte, cañoneó a la fragata Nessin Zafer y le causó incendios que la forzaron a arrojarse a tierra. El Rostislav, última nave en la formación de la columna de la izquierda, dirigió su fuego sobre la corbeta Feyz Mabud y la obligó a embarrancar. La fragata de vapor Erkelye y dos transportes amarrados en el puerto Sinope fueron víctimas, también, de los certeros cañonazos de las naves rusas.

La batalla de Sinope, con una duración de cuatro horas, llegó a su conclusión con la destrucción absoluta de la escuadra otomana, que perdió doce buques, incluidas siete fragatas (seis de vela y una de vapor), dos corbetas, una balandra y dos transportes. Los turcos también sufrieron graves pérdidas en vidas. De los 4220 marinos otomanos que participaron en la batalla de Sinope, unos cuatro mil murieron, resultaron heridos o fueron hechos prisioneros. Entre estos últimos se encontraba el comandante de la escuadra, el vicealmirante Osmán Pachá. De sus naves apenas sobrevivió el buque de vapor Taif, comandado por Musaver Pasha (o Adolphus Slade), quien, valiéndose de la velocidad de su nave, logró escapar de las fragatas rusas Kulevtcha y Kagul maniobrando por el trazado exterior del puerto de Sinope. A pesar de la persecución, a la que se unieron las fragatas de vapor (Odesa, Krim y Jersón) de la escuadra del vicealmirante Kornílov, que se apresuró a acudir en ayuda de Najímov, el Taif llegó a la base de Estambul sin ningún problema.

Las pérdidas rusas en la batalla de Sinope fueron relativamente pequeñas. Murieron 38 marineros y 235 resultaron heridos. Ningún buque ruso se hundió, pero todos sufrieron daños. El Emperatriz María, el más castigado (sesenta impactos), fue remolcado por la fragata de vapor Krim a la base de Sebastopol. También allí fueron remolcados los buques de línea Gran Duque Constantino, Tri Sviatítelia y Rostislav, que habían quedado con sus velas mermadas. El resto de los navíos de línea (París y Chesma), que habían sufrido daños menores, regresaron por sí solos a Sebastopol.

Claves del triunfo ruso

Un análisis de la batalla de Sinope permite concluir que la ventaja de los rusos en artillería naval tuvo una influencia decisiva en el resultado final; los 472 cañones desplegados en los buques otomanos y 24 piezas de artillería costera se midieron a los 716 cañones de la escuadra de Najímov. La ventaja cualitativa también fue importante, ya que los cañones rusos superaban a los turcos en calibre; de los primeros, 76 eran de 68 libras, 412 de 36 libras y 228 de 24 libras, contra solo dos cañones turcos de 77 libras, 4 de 38 libras y 160 de 29 libras (en las naves). Sin lugar a duda, el uso de granadas con alto poder de explosivo por parte de la artillería naval rusa tuvo una influencia significativa en el desenlace de la batalla. Las granadas de artillería con espoletas primitivas de impacto habían sido inventadas en la década de 1830 por el general francés Henri-Joseph Paixhans y, desde 1841, la artillería adaptada para disparar granadas había empezado a ser introducida en el armamento de los buques pertenecientes a la Armada Imperial rusa.

Según los informes del vicealmirante Najímov, parece que, en la batalla de Sinope, los barcos rusos lanzaron un total de 16 873 proyectiles, incluidas unas dos mil granadas, que perforaron fácilmente los costados de las fragatas turcas y provocaron la destrucción total de los buques de madera. También contribuyeron al resultado final las habilidades de mando de Najímov. La detección de la escuadra turca y, posteriormente, la rápida concentración de fuerzas hábilmente realizada, proporcionaron a la escuadra rusa la ventaja cualitativa necesaria (navíos de línea contra fragatas) que, finalmente, la condujo a una victoria espectacular.

El minucioso plan de batalla de Najímov, que este detalló personalmente a los comandantes de los buques durante el consejo de guerra en vísperas de la batalla de Sinope, el 29 de noviembre de 1853, merece un reconocimiento especial. El gran valor de este plan queda atestiguado por la idea de usar una formación de dos líneas que cruzase la media luna en la que naves otomanas se habían alineado. Las suposiciones del plan, que proporcionaba a los comandantes de los buques de línea un grado significativo de libertad de operación, confirman la gran confianza que tenía Najímov en las habilidades de navegación y combate de sus subordinados. La excelente cooperación de los barcos rusos confirmó el alto nivel de formación de los comandantes y las tripulaciones.

batalla de Sinope

La batalla de Sinope del 18 de noviembre [30 de noviembre en el calendario gregoriano] de 1853 (la noche tras la batalla) (1853), óleo sobre lienzo de Iván Aivazovski (1817-1900), Museo Naval Central, San Petersburgo. La pintura muestra con total dramatismo la destrucción de la armada otomana en la batalla de Sinope, que perdió quince de sus dieciséis navíos devorados por el fuego, que consumió también parte de la ciudad. La flota rusa no sufrió pérdidas.

Los errores operacionales y tácticos del bando otomano también contribuyeron al éxito de Rusia. El vicealmirante Osmán Pachá, tras ser descubiertos sus efectivos por las fuerzas de reconocimiento rusas, no intentó hacerse con la iniciativa operacional a pesar de que, entre el 23 y el 29 de noviembre de 1853, contaba con una clara ventaja en el número de buques y cañones sobre las fuerzas rusas que bloqueaban el puerto de Sinope. Por lo tanto, podría haber intentado romper el bloqueo y, en caso necesario, combatir en alta mar, donde a las fragatas turcas les hubiera sido más fácil maniobrar. Una batalla contra un oponente más fuerte hubiera sido ciertamente arriesgada para el bando ruso, porque la fuerza de reconocimiento de Najímov que bloqueaba Sinope estaba bastante lejos de su base en Sebastopol, mientras que la escuadra otomana pelearía cerca de su base operacional. Otro error del vicealmirante Osmán Pachá fue el incorrecto posicionamiento de los barcos en la bahía de Sinope, lo que hizo difícil, o incluso imposible, que parte de las baterías de artillería costera disparasen. El comandante de la escuadra otomana no hizo ningún intento de usar mejor los recursos de sus barcos de vapor (ventaja en maniobrabilidad y velocidad), algo que temía hasta cierto punto el vicealmirante Najímov, quien no tenía unidades de este tipo al inicio de la batalla.

Consecuencias

La victoria en Sinope aseguró el dominio de Rusia sobre el mar Negro. La interrupción de las conexiones de transporte marítimo a lo largo de la costa de Anatolia impidió que el Imperio otomano transportara municiones al teatro de guerra en el Cáucaso, lo que deterioró en gran medida la situación militar turca en la región. Paradójicamente, sin embargo, la victoria de Sinope tuvo unas nefastas consecuencias políticas para Rusia. Gran Bretaña y Francia, preocupadas por los éxitos militares rusos y temerosas de que sus intereses políticos y económicos en aquella parte del mundo se vieran amenazados, se avinieron a una intervención armada del lado del debilitado Imperio otomano. La entrada en el conflicto de las potencias occidentales, que disponían de unas fuerzas armadas modernas, inclinó el resultado final de la guerra a favor de la coalición antirrusa.

La batalla de Sinope fue el último gran enfrentamiento entre flotas a vela. La ineficaz persecución, por parte de las fragatas rusas de vela, de la fragata turca de vapor Taif, la única nave de combate de la flota otomana que sobrevivió a la batalla, fue un indicativo, con todo su simbolismo, de que la era de la vela estaba llegando a su fin y pronto sería reemplazada por la edad del vapor y el hierro.

Bibliografía

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Marek Herma (1960) es historiador y profesor asociado del Instituto de Historia y Archivística de la Universidad Pedagógica de Cracovia. Sus intereses de investigación incluyen la historia de la guerra naval y las técnicas de guerra naval en los siglos XIX y XX, así como la historia militar de Polonia y de Rusia. Es autor de los libros Pod banderą św. Andrzeja: rola Floty Czarnomorskiej w realizacji koncepcji strategicznych (militarnych) Rosji w latach 1914-1917 (2002) y Rosyjska flota wojenna na Bałtyku w latach 1905-1917 (2010). Sus trabajos también incluyen docenas de artículos y reseñas dedicados a las fuerzas armadas y su papel en las dos guerras mundiales.

Este artículo apareció publicado en el Desperta Ferro Historia Moderna n.º 37 como adelanto del siguiente número, el Desperta Ferro Historia Moderna n.º 38: La Guerra de Crimea (I). Balaclava.

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