1918-2018
I Centenario del fin de la Primera Guerra Mundial

 

Desperta Ferro Contemporánea n.º 1: 1914. El estallido de la Gran Guerra

En 2014 se cumplieron cien años del estallido de la Gran Guerra en 1914. Más allá de la oportunidad de la fecha, parece obligado dedicar el primer número de Desperta Ferro Contemporánea al conflicto que daría carta de naturaleza a la guerra que va a caracterizar buena parte del periodo que abarca esta nueva cabecera. La Primera Guerra Mundial se puede entender globalmente como la búsqueda desesperada de soluciones operativas para un tipo de conflicto imposible de resolver bajo los planteamientos decimonónicos que acarrearía unos costes dramáticos. Hemos elegido centrarnos en un periodo reducido y decisivo, las cinco primeras semanas de la guerra en el escenario concreto del frente occidental. Los dos primeros meses se encuentran entre los más sangrientos de toda la contienda, una demostración de que los límites del reto los establecería la capacidad de sufrimiento de los individuos y de resistencia de las sociedades.

Desperta Ferro Contemporánea n.º 8: Galípoli 1915

En 2015 se conmemoró el centenario de la campaña de Galípoli, a la que se le asociaron una serie de aspiraciones: la posibilidad de que la Marina se abriera paso desde el Mediterráneo hasta Constantinopla debería conducir a la capitulación del Imperio otomano y a una alteración completa del escenario balcánico en favor de los aliados que supusiera un puñal en la espalda de las Potencias Centrales. El Imperio otomano, ese secular “enfermo de Europa”, parecía un rival asequible, sin embargo, los otomanos mostraron un incremento de su eficiencia militar gracias a la asistencia y asesoramiento de Alemania. El resultado de todo ello sería un choque sin consecuencias estratégicas para la guerra y que terminó reproduciendo el marasmo operacional simbolizado por las trincheras del Frente Occidental; justo aquello a lo que la campaña de Galípoli había aspirado en su génesis a dar solución.

Desperta Ferro Contemporánea n.º 13: Verdún 1916

La magnitud temporal, material y sobre todo humana de la batalla de Verdún justifica sobradamente que a cien años de su inicio siga siendo un objeto de estudio que no se puede dar por cerrado y que mantiene un importante grado de debate historiográfico. La lógica del “desgaste” de Erich von Falkenhayn se saldó con un duelo aparentemente inconcluso en el que ambos bandos sufrieron un número equiparable de bajas y donde, desde una perspectiva operacional, no se produjo la más mínima alteración del frente que resultara significativa… y sin embargo resultó ser una batalla decisiva. Aunque a simple vista careció de objeto, en esta batalla ambos bandos dieron relevo a sus cúpulas militares y viraron su estrategia. Las ideas maduradas al finalizar la batalla de Verdún hicieron creer que las batallas venideras podrían poner fin a la guerra. Sin embargo, eso no sucedió. Ils ne passeront pas!

Desperta Ferro Contemporánea n.º 20: Lawrence de Arabia

Aunque en realidad los acontecimientos históricos son el resultado de diversas causas, existe la leyenda de que a veces, una sola persona puede torcer el curso de la historia y convertir lo que “debería haber sucedido” en “lo que sucedió”. Algo así parece haber pasado con la actuación de Thomas Edward Lawrence en la inmensidad del desierto árabe, hasta el punto que ha pasado a ser conocido como Lawrence de Arabia. Sin embargo, la aportación de Lawrence de Arabia a la Revuelta árabe sigue siendo discutida y, desde luego no fue el único actor en la misma. Tras la guerra, los árabes vieron cómo sus aspiraciones de convertirse en un solo país quedaban frustradas por las ambiciones territoriales de franceses y británicos, y uno de los hombres a los que culparon de ello fue Thomas Edward Lawrence. Sus incursiones en el desierto profundo, sus escritos sobre personajes clave de la rebelión, su ánimo en la acción y en los campamentos lo convirtieron tanto en héroe como en villano, y forman parte de su leyenda particular, la de Lawrence de Arabia.

Desperta Ferro Contemporánea n.º26: Kaiserschlacht 1918

La Kaiserschlacht, la gran “batalla del emperador”, fue, probablemente, una de las encrucijadas de la Primera Guerra Mundial. El 21 de marzo de 1918 los alemanes desencadenaron una inmensa ofensiva que rompió el frente aliado, destruyó una unidad tras otra y a punto estuvo de llevarles a expulsar a los británicos al Canal, a conquistar París y a obtener la victoria. Esto mismo había sucedido antes, durante la ofensiva que inició la guerra en 1914, por lo que no es raro que a franceses y británicos les entrara el pánico al ver repetirse los acontecimientos. Sin embargo, este primer ataque de 1918 se malogró, como iban a hacerlo los de abril, mayo, junio y julio del mismo año; a diferencia de lo sucedido cuatro años atrás, cuando la derrota germana fue la puerta de una contienda larga y cruenta, el fracaso de Kaiserschlacht supuso la derrota final de Alemania.

Por Dios y por el Káiser. El Ejército Imperial austriaco 1619-1918

«Austria no ha tenido suerte con sus biógrafos». Y no le faltaba razón a Hermann Bahr en virtud de la imagen que de su ejército imperial nos ha llegado, una suma de incompetencia e inoperancia, intransigencia y brutalidad. Sin embargo, para tener «el tedioso hábito de ser siempre derrotada» –la chanza es de Talleyrand–, Austria, o en concreto, los Habsburgo de Viena, se perpetuaron superando trances que habrían tambaleado los cimientos de cualquier otra potencia. Una capacidad de resiliencia enraizada en la inquebrantable lealtad de su formidable ejército, que sobrevivió a la devastación de la Guerra de los Treinta Años y domeñó al invencible Turco; obró milagros garantizando la improbable sucesión de su joven reina y acogotó al mismísimo Federico de Prusia; se convirtió en el enemigo acérrimo de Napoleón, o soportó condiciones inimaginables en los campos de batalla de la Gran Guerra, tras no haber combatido en una generación. No parecen estas las gestas de un ejército perdedor. Y es que Por Dios y por el Káiser pretende desterrar los prejuicios y tergiversaciones sobre un ejército que integraba soldados procedentes de una veintena de naciones, pero con un grado de cohesión sin igual; paladín del catolicismo, hacía gala de una inusitada tolerancia religiosa al incorporar protestantes, ortodoxos, musulmanes y judíos; puntal del Antiguo Régimen, amparaba la movilidad social y el ascenso a las más altas jerarquías. Una estructura supranacional única en Europa cuyo leitmotiv era garantizar la supervivencia de la dinastía, objetivo que cumplió con creces durante tres turbulentos siglos. En definitiva, con Richard Bassett el ejército imperial austriaco ha encontrado a su biógrafo.

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