soldado español en la Guerra del Rif

Blocao de Dema en Beni-Sicar, Marruecos, 1921. La durísima vida del soldado español en el Rif se articuló en buena medida a través de este tipo posiciones fortificadas estáticas, tan difíciles de defender como de avituallar. Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa.

Pero es tras el desastre de Cuba, en 1898, cuando, con el deseo de volver a tener cierto papel internacional, España empieza a negociar con Francia y Gran Bretaña la intervención en Marruecos, culminando con el tratado de Fez del 14 de noviembre de 1912, por el que estos dos países establecían un protectorado conjunto sobre este tercer territorio. Para cuando se firmó este tratado, España llevaba ya tres años de guerra en Marruecos, la cual se prolongaría 15 años más y cuyos episodios más destacados serían la Campaña de Melilla, de 1909, la Campaña del Kert de 1911-1913, la Rebelión de El Raisuni en 1913-1915 y 1918-1921, y finalmente, la que nos ocupa, la Rebelión de Abd-el-Krim en 1921-1927.

Durante la campaña del Rif se comenzó con una táctica consistente en crear pequeños puntos fortificados que cubrieran la mayor parte del territorio, defendiendo montes y barrancos, pero que en realidad fueron ineficaces y solo consiguieron cientos de soldados españoles muertos por emboscadas. Esto, en un terreno abrupto que dificulta el aprovisionamiento y con una intendencia corrupta y negligente que no mostraba demasiado interés en los soldados rasos, convirtió la vida en primera línea del frente en una auténtica odisea, lo que sumado a un enemigo que conocía el terreno y luchaba como una guerrilla y no como un ejército regular hizo todavía más difícil la supervivencia para el soldado[1].

Comenzando por la propia moral, crucial para la victoria en el campo de batalla, el soldado español común no partía especialmente entusiasmado. El sistema de reclutamiento para 1920 ya no tenía la “redención en metálico” ni el “sustituto”, pero sí que contaba con un beneficio para las clases más pudientes llamado la “cuota”, por la cual el soldado, a cambio de un pago, podía acortar su tiempo de servicio y buscarse un alojamiento mejor al ofrecido en el cuartel[2]. El propio viaje hacia los puertos de embarque era penoso, hacinados en lentos trenes anticuados, situación que no mejoraba para cruzar el estrecho. Los motines que se producían en los embarques nos dan fe de ellos, como por ejemplo el que se produjo el 23 de agosto de 1923 en Málaga[3]. También las anécdotas que sacamos de los propios soldados, como la que nos cuenta el soldado Pedro Campos, soldado del 68º regimiento de África. A su vuelta en 1920 nos dice: “en el viaje lo pasé muy mal por el motivo que les diré: en Zaragoza estuve un día y una noche, en Madrid estuve 24 horas y en Málaga, por no haber barco, estuve cuatro días, así es que cuando llegué […] siete días de viaje, pero llegué sin novedad, que es lo principal.”[4]. En una carta escrita a su cuñado nada más llegar a Nador el 8 de abril de 1919, él mismo indica que “no deseamos más que venir a España, aunque poco a poco se irá pasando el tiempo”[5].

La intendencia funcionaba mal y tarde, además de con una importante corruptela. Antonio Cordón un oficial embarcado tras el desastre de Annual,  habla con tranquilidad de los negocios ilícitos organizados en torno a los suministros, uno de los cuales “se había hecho público meses antes con el descubrimiento de un desfalco de más de un millón de pesetas en la Comandancia de Intendencia de Larache.”[6]. La cadena de mando no funcionaba mucho mejor. El mismo Cordón nos cuenta otra anécdota que da fe de lo ineficaz del mando al principio de la campaña. En su conversación con un oficial de caballería que le asignan como escolta, este le dice: “Yo, por un lado, recibo verbalmente del jefe de Estado Mayor la orden de escoltarte, y por escrito, en la orden que tengo en el bolsillo, me ordenan que esta noche me ponga en Melilla a disposición del Estado Mayor de la Comandancia. ¿Cómo puedo llegar a Melilla esta noche si tengo que seguir marchando al paso para escoltarte? Y lo grande es que cuando llegue allí me dirán, probablemente, como ya ha ocurrido otras veces, que el escuadrón no es necesario y que regrese a Dar Drius…”[7].

Las penalidades del soldado español en el Rif

Se dieron tres quejas principales entre los soldados sobre la intendencia: la falta de agua, de comida en buen estado o apropiada, o, en ocasiones, de comida a secas, y, finalmente, de tiendas y equipo adecuado. En todos los relatos y documentos de la época consultados es una queja constante de oficiales y soldados. Por ejemplo, llaman la atención dos cartas publicadas en el número del periódico La libertad del 23 de noviembre de 1921, aunque fechadas en el 15 y 16 del mismo mes. En estas cartas, escritas en la posición Tifasor, se habla de un problema de abastecimiento, no llegando el pan ni el agua a dicha posición y alimentando a la tropa con una ración de galleta el 15 y media el 16. La explicación que da el ejército es que se ha roto el puente que permite el paso a los camiones, pero el día 15 han llegado 4 camiones con munición y el día 16 también. El batallón de Isabel II había llegado a la posición el día 15 por la noche, pero no pueden realizar la operación planeada por la falta de alimento. Lo peor, la posición está a solo veinticuatro kilómetros de Melilla[8]. En estas mismas cartas el autor se queja de la falta de equipo, faltándoles calzado y ropa interior, y que para más de dos batallones (unos 2000 hombres) solo hay 23 tiendas, 5 de ellas ocupadas por oficiales, de manera que ni de pie caben todos los soldados. Como él mismo dice, “Esta es nuestra situación, a 24 km de Melilla, sin poder comer pan, sin agua, desnudos y descalzos”[9]. La única respuesta que se da a estas cartas por parte del ejército es excusarse en el tiempo, la rotura del puente, y en órdenes mal interpretadas, acusando al autor de exageración y falsedad, aunque como vemos en numerosos diarios y cartas era algo bastante habitual[10].

El corresponsal Juan Luque, en sus crónicas para el diario de Barcelona entre 1921 y 1927, también expresa esta misma queja, y nos cuenta de su experiencia en Ismoart: “Nos guarecemos en una tienda. Más de 60 soldados se guarecen bajo este cono de lona. Los goterones por miríadas la azotan. […] Pero en este campamento hay tiendas, son pocas…, pero las hay ¿Y en los que no las hay? ¿Y en las avanzadas? ¿Y los del convoy?”[11]. Por lo que vemos que, incluso tener tiendas, aunque sea una por cada sesenta soldados se puede considerar un lujo en esta campaña.

Esta carencia profunda de agua y equipo se traducía en una imposibilidad de mantener una higiene y unas condiciones de vida aceptables, lo que provocó enfermedades a mansalva y casi más bajas que los rifeños, tal y como nos transmite Prieto: “Mayor riesgo que el de las balas […] es el de las condiciones antihigiénicas en que el soldado vive.”[12].

Existían dos tipos de hospitales, del Estado y de la Cruz Roja. En general, eran bastante distintos, primando en calidad los de la Cruz Roja[13]. Prieto se queja tanto de lo inadecuados como insuficientes son los hospitales del ejército, teniendo que recurrir a barcos como el Alicante o a tener a los enfermos y heridos en las propias posiciones de combate: “Y como en los hospitales no se cabe, a los enfermos se les retiene en las posiciones. Hasta el quinto día no se evacua a los enfermos de fiebre. Cinco días tirados sobre el santo suelo.”[14].

De eso se tuvo que encargar la Cruz Roja, como nos cuenta Manuel Bastos Ansart, cirujano que habiendo participado en las campañas de Marruecos, en esta fase que nos ocupa, es llamado de nuevo a filas y se presta a colaborar, estableciendo un Hospital Base en Málaga, es decir, un hospital lejos del frente pero en directa comunicación con ella para curar a los heridos. Además de este, falto de medios, con ayuda de la cruz roja monta un hospital nuevo con todo lo necesario, en un edificio cedido por un empresario, y un centro de acogida para los heridos de África. Todo ello gracias a la acción de la Cruz Roja, que suple las carencias del Estado en materia de Sanidad Militar, haciendo una gran labor por los soldados heridos[15].

En conclusión, las duras condiciones del clima marroquí, la ineficaz intendencia que provocaba una escasez de alimento, agua y equipo superiores a las normales y el reclutamiento obligatorio para una guerra como la Campaña del Rif, considerada injusta y que solo beneficiaba a los militares que querían ascender, provocaron que los soldados españoles sufrieran un grave problema de moral durante todo el conflicto, convirtiendo su experiencia en un recuerdo odiado por la mayoría de soldados que combatieron allí.

Bibliografía y fuentes

  • Bastos Ansart, Manuel. De las guerras coloniales a la guerra civil: Memorias de un cirujano. Esplugues de Llobregat: Ariel, 1969.
  • «Carta “La libertad” 23 de noviembre 1921», s. f. R422-272-5. Archivo General Militar de Madrid.
  • Cordón, Antonio Cordón García, y Ángel Viñas. Trayectoria [Texto impreso]: recuerdos de un artillero. Colección España en armas ; 12. Sevilla: Espuela de Plata, 2008.
  • «Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España — La Libertad (Madrid. 1919). 23/11/1921, página 3.» Accedido 3 de diciembre de 2016. http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002650915&search=&lang=es.
  • Luque García, Juan, Juan Cañellas Romero, y Juan Cañellas Romero. Juan Luque: corresponsal de Diario de Barcelona en Melilla: selección de crónicas (1921-1927). Historia de Melilla 16. Melilla: Consejería de Cultura, Servicio de Publicaciones, 2004.
  • Madariaga, María Rosa de. En el barranco del lobo…: las guerras de Marruecos. Madrid: Alianza, 2005.
  • O’Donnell y Duque de Estrada, Hugo, Enrique García Hernán, y José María Blanco Núñez. Historia militar de España. Vol. II. IV. Madrid]; Laberinto; Ministerio de Defensa, 2009.
  • Pedro en el Rif (norte de África). «Pedro en el Rif (norte de África)». Accedido 4 de octubre de 2016. https://pedroenelrif.com/.
  • Prieto, Indalecio. Crónicas de guerra: Melilla 1921. 1a ed. África propia, n. 21. Málaga : Melilla: Algazara ; Centro Asociado de la UNED de Melilla, 2001.
  • Villa, Fernando Puell de la. «Política de defensa y política militar». En Las claves de la España del siglo XX,  Vol. 2, 2001 (La organización del Estado / coord. por Antonio Morales Moya), ISBN 84-95486-23-7, págs. 165-187, 165-87. Sociedad Estatal España Nuevo Milenio, 2001. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4816474.

Notas

[1] Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, Enrique García Hernán, y José María Blanco Núñez, Historia militar de España, vol. II, IV (Madrid]; Laberinto; Ministerio de Defensa, 2009). P. 600-608

[2] Fernando Puell de la Villa, «Política de defensa y política militar», en Las claves de la España del siglo XX,  Vol. 2, 2001 (La organización del Estado / coord. por Antonio Morales Moya), ISBN 84-95486-23-7, págs. 165-187 (Las claves de la España del siglo XX, Sociedad Estatal España Nuevo Milenio, 2001), 165-87, https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4816474.

[3] María Rosa de Madariaga, En el barranco del lobo…: las guerras de Marruecos (Madrid: Alianza, 2005) 286-87.

[4] «Pedro en el Rif (norte de África)», Pedro en el Rif (norte de África), pt. 4, accedido 4 de octubre de 2016, https://pedroenelrif.com/.

[5] «Pedro en el Rif (norte de África)», pt. I.

[6] Antonio Cordón García Cordón y Ángel Viñas, Trayectoria [Texto impreso]: recuerdos de un artillero, Colección España en armas ; 12 (Sevilla: Espuela de Plata, 2008), 241.

[7] Cordón y Viñas, 197.

[8] «Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España — La Libertad (Madrid. 1919). 23/11/1921, página 3.», accedido 24 de noviembre de 2016, http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002650915&search=&lang=es.

[9] «Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España — La Libertad (Madrid. 1919). 23/11/1921, página 3.»

[10] «Carta “La libertad” 23 de noviembre 1921» s. f., R422-272-5, Archivo General Militar de Madrid, Instituto de Historia y Cultura Militar.

[11] Juan Luque García, y Juan Cañellas Romero, Juan Luque: corresponsal de Diario de Barcelona en Melilla: selección de crónicas (1921-1927), Historia de Melilla 16 (Melilla: Consejería de Cultura, Servicio de Publicaciones, 2004), 55.

[12] Indalecio Prieto, Crónicas de guerra: Melilla 1921, 1a ed, África propia, n. 21 (Málaga : Melilla: Algazara ; Centro Asociado de la UNED de Melilla, 2001), 108-9.

[13] Prieto, 36.

[14] Prieto, 89.

[15] Manuel Bastos Ansart, De las guerras coloniales a la guerra civil: Memorias de un cirujano (Esplugues de Llobregat: Ariel, 1969), 137-46.

Este artículo forma parte del II Concurso de Microensayo Histórico y Microrrelato Desperta Ferro en la categoría de microensayo. La documentación, veracidad y originalidad del artículo son responsabilidad única de su autor.

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