Toda persona inquieta y sensible ha hecho ese ejercicio en alguna ocasión; el de devolver a su esplendor aquellos restos que dejaron nuestros antepasados. No son pocos los arqueólogos que, siendo partícipes de esa pulsión creativa, llevan décadas intentando transmitir a aquellos que no son profesionales de la historia, la imagen viva del pasado que únicamente se adquiere tras años de excavaciones, lecturas y viajes. De entre todos ellos hay un nombre que destaca con voz propia; el del prestigioso y premiado arqueólogo, arquitecto e ilustrador francés Jean-Claude Golvin.

Ciudades del mundo antiguo Jean-Claude Golvin

Arelate (Arlés, Francia), siglo III d. C. La ciudad y su río, etapa y lugar de paso, con su puente, que podía abrirse para permitir que los barcos abastecieran las Galias y exportaran sus riquezas.

El fruto de sus más de veinte años de riguroso trabajo, avalado por las más recientes investigaciones, son tres asombrosos libros bellamente ilustrados. Varios cientos de páginas que, a modo de máquinas del tiempo de papel y tinta, llevan al lector a un viaje a lo largo y ancho de los enclaves más importantes de la Antigüedad. Los lectores descubrirán ciudades como Babilonia, Tarraco, Cartago, Augusta Emérita o Roma, tal y como fueron en sus momentos de máximo esplendor. Su trabajo más emblemático, Ciudades del mundo antiguo, ofrece un centenar de reconstrucciones, en un viaje temporal de treinta siglos ‒desde 2500 a.C. al siglo V de nuestra era‒, que hacen de este libro un recorrido visual único por lugares cuyo nombre es casi leyenda. Algunas, como Cnosos o Persépolis, su brillo apagado, durmieron muertas bajo el polvo del tiempo hasta que la piqueta vino a rescatarlas del olvido, y otras como Jerusalén o Alejandría han seguido bullendo de vida hasta nuestros días. Con Ciudades del mundo antiguo estamos ante un auténtico clásico contemporáneo de la divulgación arqueológica, que al mismo tiempo se ojea como un fantástico manual de arquitectura y urbanismo antiguo: una hermosa obra de arte que, de un solo vistazo permite, contemplar cada lugar en su contexto y comprender su historia y su desarrollo.

Viaje por el Antiguo Egipto Jean-Claude Golvin

Arriba, el santuario de Sais y, a la derecha, Edfú (siglo I a. C.). Abajo, Medinet Habu bajo el reinado de Ramsés III y, a la derecha, traslado de las momias reales al escondrijo de Dier El-Bahari.

Y si Ciudades del mundo antiguo, auténtica síntesis de la obra de Golvin, nos ofrece una mirada de conjunto del grandioso pasado de este mar viejo y sabio que es el Mediterráneo; en las obras que le siguen desarrolla su prodigiosa combinación de arte y conocimiento en escenarios mucho más concretos. Viaje por el Antiguo Egipto, escrita en colaboración con la egiptóloga Aude Gros de Beler, y Palacios imperiales de la Roma antigua, en la que también colabora Catherine Salles, invitan a los lectores a seguir visitando el pasado a vista de pájaro. Estos viajes imaginarios a lo largo del río Nilo, desde los albores de Imperio Antiguo hasta el Bajo Imperio romano, y a los suntuosos palacios de esos dioses sobre la Tierra que fueron los emperadores romanos, suponen un recorrido artístico e histórico de una suntuosidad gráfica, y una amor por el detalle tan exquisito, que dota de vida desde a las ruinas más grandiosas a los vestigios más anodinos de los yacimientos claves para entender la Antigüedad. Y lo que resulta más asombroso para los tiempos que corren, en una época marcada por el uso de la tecnología, es que todo ello lo logra Golvin recurriendo a métodos y técnicas artísticas tradicionales.

Palacios imperiales Roma Jean-Claude Golvin

Perspectiva general del Palatino y sus alrededores. En primer plano, a la derecha, observamos el extremo del Foro Romano, con la Basílica Julia y, a su izquierda, visto de frente, el templo de Cástor y Pólux. Se vislumbra el techo del templo del Divino Julio y del templo de Vesta, de forma circular, junto al que arrancan las escalinatas que ascendían al Palatino. Al lado de ese último templo se situaba la Casa de las Vestales, con su amplio patio alargado. A la izquierda se yergue el arco de Tito, en las inmediaciones ya de las ruinas de la Domus Áurea. Tras él distinguimos el templo de Júpiter Stator y el acceso al Clivus Palatinus, el camino pavimentado que ascendía hacia el arco de Domiciano y terminaba ante la fachada de la parte central de la Domus Flavia.

Todos esos paisajes de un tiempo lejano, desde el templo de Abu Simbel y la remota Nubia, las populosas calles de Alejandría, a orillas del Mediterráneo, hasta la Domus Aurea de Nerón en Roma, la enorme propiedad de Adriano en Tivoli donde lloró a su amado Antínoo, o el austero palacio-fortaleza de Diocleciano en Split, han vuelto a la vida gracias a los pinceles y las manos de Jean-Claude Golvin, auténtico talento renacentista.

Alberto Pérez Rubio es licenciado en Historia y en Ciencias Empresariales por la UAM, máster en Historia y Ciencias de la Antigüedad por la UAM/UCM, miembro del grupo de investigación Occidens (www.occidens.es) y coeditor de Desperta Ferro.

Etiquetas: , , ,

Productos relacionados

Artículos relacionados

Contenido patrocinado

Caura, puerta de Tartessos

La desembocadura antigua del Guadalquivir, ubicada al final de los tiempos prehistóricos a la altura de Coria del Río (Sevilla), supuso durante varios milenios la entrada de influencias, mercancías y gentes atlánticas y mediterráneas hacia el interior de Andalucía, pero también su salida hacia territorios de... (Leer más)