Entrevista de Hendaya

Entrevista de Hendaya entre Franco y Hitler, instante recogido por Heinrich Hoffmann, fotógrafo personal del Führer. En dicho encuentro se discutiría la participación del Ejército español durante la II Guerra Mundial.

El informe de 8 de mayo de Martínez Campos

Cuanto terminó la Guerra Civil el Ejército nacionalista se convirtió en el denominado por el régimen como “Ejército de la paz”, reduciendo su tamaño de un equivalente a unas 57 divisiones a 25. En abril de 1940 se completó la reorganización de las divisiones españolas. Las autoridades del régimen, principalmente los falangistas, deseaban que España recuperase su proyección imperial y para ello se sumase a las potencias del Eje en la guerra, ocupando en la mesa de los vencedores la posición que ellos creían que le correspondía.

Las autoridades militares eran mucha más cautas en lo que se refiere a una participación del Ejército español durante la II Guerra Mundial. El primero en advertir sobre la mala situación de las tropas fue el general Kindelán, el cual, ya en septiembre de 1939, mediante informes reservados, alertó de la incapacidad de defensa de las Baleares en caso de un golpe de fuerza de italianos o franceses.

Un imperio en alpargatas. El Ejército español durante la II Guerra Mundial

La imagen corresponde a la portada del informe presentado el 8 de mayo de 1940 por el jefe del EME, general Martínez Campos. En los archivos militares españoles se encuentran miles de informes y documento de carácter secreto elaborados durante la Segunda Guerra Mundial. Fuente: Archivo Municipal de Cádiz. Fondo Varela. Caja 99-181.

El 8 de mayo de 1940, tan solo dos días antes de que comenzase la invasión alemana de Francia, el jefe del EME, general Martínez Campos, presentó un informe del máximo secreto al ministro del Ejército, general Varela, titulado Consideraciones referentes a la organización del Ejército y a su posible intervención en el conflicto europeo. La memoria consta de 27 páginas y está dividida en cuatro grandes capítulos: operaciones, organización y movilización, armamento y material, y consideraciones finales. En la segunda página del informe muestra su opinión negativa a la participación en la guerra: “España, después de una guerra de desgaste de tres años, se encuentra muy débil para intervenir, lo mismo en un bando que en otro, y le convendría, a toda costa, ser neutral”. (El subrayado es nuestro)

Aunque Martínez Campos reconocía en el informe que se debía un cierto agradecimiento a Alemania por la ayuda prestada durante la Guerra de España y por la afinidad ideológica, también señalaba que a esta no le había importado firmar un pacto con la URSS en agosto de 1939 o que la Italia de Mussolini permanecía neutral y a la expectativa de la evolución de la guerra en mayo de 1940. Además, tras la invasión de Dinamarca y Noruega no parecía que las grandes potencias fueran a estar dispuestas a respetar a las naciones neutrales, de hecho solamente dos días después de presentar esta memoria Alemania invadió a las neutrales Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Así que, a su juicio, cuando Italia decidiese en qué bando participaba en la guerra sería el momento más peligroso para España, ya que rompería el statu quo del Mediterráneo por lo que alguna de las potencias podría intervenir bien en las Baleares, que ya habían sido base de operaciones italianas durante la Guerra Civil, o bien en el Protectorado de Marruecos, donde una intervención francesa supondría el cierre definitivo del Estrecho, con lo que España se vería obligada a defender su territorio. El desarrollo de la guerra en Europa era puntualmente remitido a Madrid por los agregados militares de las embajadas españolas en expedientes clasificados y hasta ahora sepultados e inaccesibles en los archivos militares.

Las Baleares serían durante los primeros meses de 1940 uno de las mayores preocupaciones militares para el régimen, ya que el comandante general de las islas, general Kindelán, consideraba que las potencias podrían hacerse con su control mediante un desembarco o una “visita de cortesía”, es decir, la escala amistosa de una fuerte escuadra naval que luego plantease un ultimátum. En previsión de cualquiera de estas eventualidades, Kindelán advirtió sobre la necesidad de la protección del archipiélago aumentando las unidades desplegadas, realizando obras de fortificación o reforzando la artillería de costa entre otras cosas. Otro centro de atención por parte del EME fue el Protectorado de Marruecos donde se encontraban estacionadas las mejores unidades del Ejército, además sus regimientos estaban reforzados y el Alto Comisario en Marruecos, el general Carlos Asensio Cabanillas y posteriormente su sucesor el general Luis Orgaz, trazaron planes de defensa en caso de intervención francesa.

Un imperio en alpargatas. El Ejército español durante la II Guerra Mundial

Mapa que representa el escenario más posible de la intervención española en la guerra junto a Alemania e Italia contra el Reino Unido y Francia. Se puede ver que se consideraba la neutralidad de Portugal, lo que parecía más lógica. En todo caso en este Anexo al informe de Martínez Campos se contemplaron seis escenarios distintos, inclusive la entrada en guerra de España e Italia junto a los aliados. Fuente: Archivo Municipal de Cádiz. Fondo Varela. Caja 99-181.

En su informe, Martínez Campos, valoró la importancia de la frontera de los Pirineos, sobre todo en caso de intervenir en el bando del Eje, así como de las islas Canarias, la colonia de Guinea o las bases navales y la defensa de costa. Además, se analizaron varias opciones sopesando tanto la posibilidad de que España interviniese en el bando del Eje como en el de los aliados. Alejado de consideraciones políticas, juzgó que lo mejor que le podría pasar a España es que Italia y Portugal interviniesen en el bando aliado, lo que permitiría ser neutrales, aunque a tenor de las circunstancias no le parecía lo más factible, y si eso no sucedía era mucho mejor, desde el punto de vista estrictamente militar, intervenir en el bando aliado.

También, a su entender, lo más probable sería que Italia entrase en guerra junto a Alemania, lo cual no obligaba a España a declarar la guerra, como así sucedió finalmente, salvo que una invasión aliada de algunos de los territorios españoles les forzase a ello. Ese se consideraba el peor escenario y todavía se agravaría más si Portugal decidía entrar del lado aliado.

En el caso de que España se viese arrastrada a la guerra Martínez Campos propuso cuatro puntos concretos en previsión de tal circunstancia: poner las divisiones con sus efectivos en pie de guerra, intensificar la instrucción, planificar una movilización total y advertir a los mandos militares que toda unidad extranjera detectada en suelo español sería considerada de forma inmediata como enemiga. Martínez Campos acompañó su informe con una serie de datos pormenorizados sobre la situación del personal, el armamento, los suministros y toda una serie de detalles técnicos. El análisis de estos le reafirmaba en la necesidad de que España permaneciese neutral, permitiéndose sugerir que debía de seguirse “una prudencia extraordinaria en todas partes y en todas las jerarquías” (El subrayado es del general Varela)

La caída de Francia

El derrumbe francés de junio sorprendió a los militares españoles por inesperado, si bien no ocultaron cierta simpatía por las victorias alemanas lo que hizo que la proximidad entre ambos países fuese aumentando, especialmente tras el nombramiento, en octubre de 1940, de Serrano Suñer como ministro de Asuntos Exteriores. Durante el verano de ese año ya se habían producido contactos entre el general Vigón, jefe del Alto Estado Mayor (AEM), y el propio Hitler para coordinar una intervención hispano-germana con vistas a ocupar el peñón de Gibraltar.

En junio de 1940, en una reunión del AEM para tratar la situación del armamento y material del Ejército, el propio Franco escribió de su puño y letra “¿Qué puede darnos Alemania?”. Así que, cuando Franco se reunió con Hitler en Hendaya para tratar las condiciones por las cuales España entraría en guerra en el bando del Eje, el Generalísimo era perfecto conocedor de la situación exacta del Ejército gracias a la información secreta y reservada que redactaba el EME y las Direcciones generales de los ministerios militares, que posteriormente era tratada en reuniones periódicas del AEM.

La no intervención del Ejército español durante la II Guerra Mundial

Lo que se acordó en Hendaya ha sido ampliamente tratado en la bibliografía y se podría resumir brevemente en que Alemania aportaría los suministros necesarios a España para entrar en guerra cuyo primer objetivo sería la toma de Gibraltar (Operación Felix), y una futura ampliación territorial a determinar posteriormente. España, por su parte, cedería bases navales a Alemania, incluso se solicitó por parte germana la cesión completa de una de las islas de las Canarias. Quedaba pendiente determinar la cuantía de las ayudas a recibir por España, el coste económico de las mismas, así como el momento en que serían entregadas.

Operación Compass

Columna de prisioneros italianos capturados durante la Operación Compass. Se calcula que los británicos tomaron casi 140.000 prisioneros italianos y libios, decenas de carros de combate y un millar de cañones.

En España se trazaron planes de movilización en noviembre de 1940 y al mes siguiente, en diciembre, nacería el plan de campaña número 34, un proyecto de invasión de Portugal en caso de ser necesario. Sin embargo, nada de esto se materializó jamás. La situación en el Mediterráneo empeoró para los italianos con sonoras derrotas, tanto terrestres (Beda Fromm en febrero de 1941) como navales (combate de cabo Matapán en marzo de 1941). El fracaso de intervención italiana en Grecia y el golpe de Estado en Yugoslavia hicieron volver los ojos a los germanos hacia el Mediterráneo oriental, perdiendo cada vez más el interés por emplear los recursos que solicitaba España para participar en la guerra.

En junio de 1941, cuando los alemanes desencadenaron Barbarroja, el eje de la Segunda Guerra Mundial se desplazaba inexorablemente hacia el este, todos los recursos eran necesarios en un teatro de operaciones tan amplio, así que los planes para ocupar Gibraltar fueron cayendo en el olvido.

La falta de recursos y personal cualificado del Ejército español fueron empeorando con el paso de los años, como así atestiguan los informes mensuales y secretos de la Segunda Sección bis del EME, la encargada de las labores de inteligencia. Pese a algunas comprar realizadas mediante el plan Bär, apenas una veintena de Panzer IV en el capítulo de blindados, y las presiones de los falangistas a favor de la intervención el generalato español estaba convencido que sin la ayuda germana ello sería imposible. Las derrotas alemanas frente a Moscú y la posterior en Stalingrado convencieron a estos de la imposibilidad de que el Eje ganase la guerra. Así que, cuando en noviembre de 1942, los angloamericanos iniciaron la operación Torch las altas esferas del Ejército español prefirieron olvidarse de una posible intervención en la guerra conscientes de la situación de inferioridad con respecto a las naciones en guerra.

Para más información sobre el Ejército español durante la II Guerra Mundial, te invitamos a visitar este hilo del foro de historia militar El Gran Capitán.

Fuentes

Archivo Histórico Militar de Ávila

Archivo Personal del general José Enrique Varela

Archivo de la Fundación Francisco Franco

Archivo del Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid

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