guerra civil angoleña

Vehículos de manufactura soviética empleados en la La Guerra Civil angoleña de 1975-1976.

Agravando la fragilidad anticolonial, a principios de 1974 el MPLA se había fragmentado en tres facciones: La que tenía base en Tanzania liderada por Agostinho Neto y otras dos apoyadas por Zambia y el Congo. Los soviéticos se esforzaron en restaurar la unidad del MPLA y crear un frente de liberación junto al FNLA, pero debido a los escasos avances, el apoyo soviético fue disminuyendo y para marzo de ese año el MPLA había dejado de existir como fuerza efectiva.

La caída del Estado Novo por la Revolución de los Claveles de 1974 implicó que el nuevo gobierno revolucionario pusiera fin a la guerra mediante el reconocimiento de la independencia de las colonias. Esto hizo que el Kremlin volviese a trabajar para ganarse a las poblaciones de las colonias lusas y en Angola trataron de fortalecer el MPLA bajo el liderazgo de Neto. Pero las otras facciones no estaban dispuestas a cooperar y en octubre la URSS cambió de estrategia. En lugar de forzar la unificación del MPLA, se centraron en fortalecer a los seguidores de Neto. Fue un acierto. El 21 de octubre se firmó un alto el fuego entre Portugal y el MPLA, el movimiento volvió a ganar apoyo popular y ocupó importantes enclaves petrolíferos en Cabinda. Mientras tanto, el FNLA y la UNITA se habían fortalecido. El primero había conseguido suministros, armas e instructores de China y había movido a sus tropas hasta las provincias septentrionales. El segundo había firmado un alto el fuego con los portugueses y reclutaba un buen número de angoleños entrenándolos en sus bases del este.

Pese a las escaramuzas que ocurrían entre el MPLA y el FNLA a finales de 1974, diversos jefes de estado africanos consiguieron convencer a los tres movimientos para unirse en las negociaciones con Portugal que culminarían el 15 de enero de 1975 en el Acuerdo de Alvor que estipulaba que el 11 de noviembre el gobierno de Angola pasaría a manos de una coalición gubernamental angoleña. En realidad, nadie se tomó en serio lo de “coalición gubernamental” y el Acuerdo de Alvor fue saboteado tanto por la Unión Soviética como por los Estados Unidos. Peor aún, la descolonización del imperio luso fue errática e improvisada, sin ningún plan claro sobre cómo traspasar el poder a las guerrillas. En el caso angoleño, después de un corto período de entendimiento entre las tres facciones comenzó una escalada de violencia que benefició principalmente al MPLA, hasta el punto que se llegó a cuestionar la neutralidad de Portugal durante la transferencia de poder.

Para el verano de 1975 el gobierno provisional angoleño había colapsado y, cuando el 10 de noviembre se arrió por última vez la bandera portuguesa sobre Angola, el Alto Comisionado Portugués transfirió el poder a todos los angoleños, no a una facción en particular, echando leña al fuego. Con la autoridad portuguesa desaparecida quedó vía libre para la intervención extranjera sin cortapisas. En el pasado tanto el FNLA como la UNITA habían pedido ayuda para para luchar contra el imperialismo colonial; ahora lo hacían para erradicar la “amenaza comunista” encarnada en el MPLA. Este último pidió auxilio para acabar con el “desafío neocolonial” que representaban las otras facciones.

De la descolonización a la intervención internacional

La intervención soviética en Angola de 1975 adoleció de los mismos problemas que las anteriores aventuras africanas de Jruschov. No había ni plan ni objetivo estratégico claro, Brezhnev delegó el tema africano al aparato del Partido sin un responsable claro y al final, una troika formada por los ministros de Asuntos Exteriores y Defensa, el director del KGB tuvo que tomar las riendas de la situación preocupándose más de las intrigas políticas que de llevar a cabo su misión.

Aún así, desde finales de 1974 Angola se convirtió en escenario de una rápida expansión de la cooperación militar soviético-cubana. Hasta comienzos de los setenta, las relaciones entre estos dos países habían sido tensas debido a la traición soviética de 1962, cuando la URSS abandonó al país caribeño durante la Crisis de los Misiles. Mas en 1974, Castro envió a Brezhnev un plan para transportar varias unidades del ejército cubano a Angola. Aunque el premier se negó rotundamente por miedo a crear complicaciones en la Distensión, Cuba se las ingenió para depositar a sus soldados en suelo angoleño y en noviembre de 1975 unidades cubanas luchaban al lado del MPLA. Fue el comienzo de la “Operación Carlota”, un ejemplo de algo único durante la Guerra Fría: un país del Tercer Mundo proyectando su poder más allá de su vecindario. Tras la independencia, la presencia militar cubana en el país ascendería a los 12.000 soldados y posteriormente hasta los 36.000, todos ellos armados con toneladas de armas pesadas, así como unos mil tanques T-34 y T-54, SAM-7, misiles antitanque y cazas MiG-21.

PT-76 cubano durante la Guerra Civil angoleña.

Pero la administración Ford no iba a permitir que el MPLA se hiciera con el poder. A mediados de julio, meses antes de que fuese efectiva la independencia, autorizó una operación encubierta a gran escala para ayudar al FNLA (apoyado de la CIA desde hacía tiempo) y a la UNITA. En tres meses la CIA gastó cincuenta millones de dólares en entrenar, equipar y transportar a las tropas anti-MPLA. Durante ese verano el FNLA había iniciado ofensivas limitadas contra el MPLA a lo largo de la costa y en el norte del país. En julio, el MPLA contraatacó, se hizo con el control de Luanda, y avanzó sobre los feudos del FNLA en el norte. A principios de agosto, fuerzas sudafricanas cruzaron la frontera sur de Angola mientras tropas regulares del Zaire se unían al FNLA en el norte. Hacia mediados de agosto las ofensivas del MPLA en el norte habían sido desbaratadas y las fuerzas de Neto huían hacia Luanda. La llegada de tropas cubanas en septiembre y octubre no fue suficiente para mantener las conquistas del MPLA, que continuó su retirada ante las fuerzas del Zaire y del FNLA en el norte y las de UNITA, apoyadas por Sudáfrica, en el sur.

Irónicamente, las opciones del MPLA de ganar el conflicto fueron salvadas por la invasión sudafricana de octubre. En respuesta, Moscú decidió apoyar la operación cubana cuando el MPLA hizo su declaración de independencia el 11 de noviembre, Para entonces luchando por su existencia a sólo unos kilómetros de la capital. Durante la semana previa, grandes grupos de soldados cubanos empezaron a llegar a Luanda a bordo de aviones soviéticos.

La siguiente quincena vio un rápido avance hacia Luanda por parte de un ejército de UNITA liderado por 6.000 regulares sudafricanos. A finales de noviembre habían reconquistado todo el territorio que UNITA había perdido a manos del MPLA en los meses anteriores. Pero los cubanos frenaron su avance derrotándolos en dos batallas al sur del río Cuanza. Cuando después de estos reveses militares el senado estadounidense votó, el 19 de diciembre, a favor de bloquear la financiación de las operaciones encubiertas en Angola, Pretoria abandonaría el conflicto retirándose hasta la frontera.

Hacia el fin de la Guerra Civil angoleña

Hacia mediados de febrero de 1976 la mayoría de países africanos ya habían reconocido el gobierno de Neto y el día 11 de ese mes la capital de las fuerzas anti-MPLA, Huambo, fue capturada. Hacia principios de marzo la guerra estaba prácticamente ganada. El FNLA había abandonado sus operaciones militares y los 2.000 guerrilleros restantes de UNITA se habían retirado a la espesura del sudeste del país.

La victoria en Angola supuso varios beneficios para la URSS: Cortar la racha de reveses que llevaba sufriendo desde que dos años antes el régimen de Salvador Allende en Chile se derrumbara; superar las tensiones con Cuba; aumentar la influencia soviética en Zimbabue, Mozambique y Sudáfrica y obtener apoyos entre los no-alineados. También permitió que la Operación Carlota continuase durante 16 años, dando alas al país caribeño para intervenir en Etiopía y mantener programas de asistencia técnica y misiones militares en varios países africanos.

Por contra, Gerald Ford retiró la palabra “distensión” de su vocabulario y los esfuerzos de la URSS por convertir Angola en un estado socialista fracasaron, convirtiéndose en un pozo sin fondo para los recursos de la Unión Soviética (cinco mil millones de dólares en el período 1977-1988). La violencia no acabaría en 1976, pues el FNLA solo se disolvió en 1989 mientras que UNITA jamás fue realmente derrotado y gracias al apoyo de Estados Unidos se mantuvo vivo hasta su rendición y conversión en partido político en 2002. Por ello, el Pacto de Varsovia se vio obligado a desplegar una fuerza multinacional en Angola de forma permanente.

Pero quizás, el impacto más importante que tuvo el triunfo en Angola fueron las lecciones que el Politburó creyó aprender.

  1. Los Estados Unidos podían ser vencidos en conflictos locales bajo ciertas circunstancias: llevar a cabo las operaciones logísticas necesarias y controlar las fuerzas antimperialistas envueltas en el conflicto (justo lo contrario a Vietnam).
  2. La Unión Soviética podía y debía reconstruir y reformar los grupos anticapitalistas en las zonas de crisis, pudiendo dominar el desarrollo de la política interna del Tercer Mundo.

Las consecuencias de esta creencia serían desastrosas para la política exterior soviética en los últimos años de la era Brezhnev. Angola llevó a Etiopía, y Etiopía llevó a Afganistán.

 

Bibliografía

  • Vladislav M. Zubkov, Un imperio fallido. La Unión Soviética ante la guerra fría, Barcelona, Crítica, 2008.
  • Fernando Andresen Guimarães, The origins of the Angolan Civil War. Foreign Intervention and Domestic Political Conflict, London, Macmillan Press LTD, 2001.
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  • Patrick Chabal with David Birmingham, Joshua Forrest, Malyn Newitt, Gerhard Seibert, Elisa Silva Andrade, A History of Postcolonial Lusophone Africa, London, C. Hurst & Co., 2002.
  • Peter Vanneman, Soviet Strategy in Southern Africa. Gorbachev’s Pragmatic Approach, Stanford, Hoover Press, 1990.
  • Piero Gleijses, «Moscow’s Proxy? Cuba and Africa», en Journal of Cold War Studies, VIII (Primavera de 2006), n. 2.

Este artículo forma parte del I Concurso de Microensayo Histórico Desperta Ferro. La documentación, veracidad y originalidad del artículo son responsabilidad única de su autor.

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