Los invitados van llegando con puntualidad hispánica, es decir, un poco tarde pero no demasiado. Algunos ya se han encontrado, otros se saludan ahora, viejos conocidos y caras nuevas van comentando las diversas vicisitudes del proceso de selección de los ganadores, no hay concurso sin anécdotas, y tras una breve visita al museo en sí, no tardamos en reunirnos en el pequeño anfiteatro en que habrá de celebrarse el acto.

Cómodamente instalados en nuestro hemiciclo, a medio camino entre la curia romana y una iglesia protestante, bromea el presentador, empieza la ceremonia, van desfilando  presentadores y premiados. Mejor autor español, Sergio Vega, quien ya destacó en ediciones anteriores, por La nube rasgada, segundo volumen de su trilogía Las piedras de chihaya; mejor autor novel, David B. Gil, por El guerrero a la sombra del cerezo, segunda novela de japoneses premiada en estos encuentros con claro sabor oriental, pues la temática se repite en el concurso de relatos, cuyos premios se otorgarán el sábado.

Entonces le llegó el turno al premio honorífico. No podrían relatarse con fidelidad las muchas vicisitudes por las que pasan los jurados, cada año, para seleccionar quienes son los merecedores de este galardón. Se espera que su interés por la historia sea tanto como el de los hislibreños, que su labor en favor de su divulgación sea constante y que, en cierto modo, encarnen, ya sean miembros de hislibris o no, la filosofía que impregna este proyecto desde su fundación. No se puede desvelar nada del proceso interno, se propuso, se comentó y se reconoció el magnífico trabajo de Alberto Pérez Rubio, Javier Gómez Valero y Carlos de la Rocha, los fundadores de la revista de historia militar y política Desperta Ferro, un proyecto de alta divulgación de la historia que cumple su quinto año de andadura y está a punto de lanzar su cuarta cabecera. El premio sería para ellos. La entrega corrió a cargo del propio Javier Baonza, y lo recibió, o al menos se conectó brevemente con nosotros, Javier Gómez.

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Javier Gómez, uno de los editores y fundadores de Desperta Ferro, se conectó vía Skype durante la entrega de galardones.

Recepción Hislibris

El director de Desperta Ferro Moderna, Javier Veramendi, recogió el premio en nombre de la editorial.

Quedaban varios premios. La mejor labor editorial recayó sobre Ediciones B; la mejor novela histórica quedó en casa, pues el premiado fue Arturo Gonzalo Aizpiri, hislibreño, por su novela El cáliz de Melkart; el premio a la mejor portada fue, una vez más y con merecimiento, para Sandra Delgado, por su trabajo para ese misma novela; y el premio al mejor ensayo recayó sobre Pedro J. Ramírez, por La desventura de la libertad.

Como siempre, la ceremonia terminó con saludos, caras nuevas, felicitaciones y parabienes, y marchó hacia la siguiente etapa, cena, que ya hacía falta, y las conversaciones de sobremesa.

El sábado también sería una intensa jornada: mesas redondas, visita al Real Casino de Murcia, un edificio interesante donde los haya con una biblioteca capaz de matar de envidia a cualquiera, y visita a la muralla. Por la tarde se entregaron los premios del concurso de relato, con sabor oriental, a vampiros y a muchos otros temas, pero esa es otra historia.

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