división azul

Fotografía de soldado anónimo de la División Azul. La Biblioteca Circulante permitió a los divisionarios mantener la mente ocupada en sus ratos libres. El volumen de préstamos fue elevado, así como los fondos disponibles. Aquellos lectores que solicitaran más préstamos recibían premios consistentes en material de papelería.

Desde septiembre de 1942 a octubre de 1943, cuando se inicia la retirada escalonada del contingente español, existió un servicio de Biblioteca Ambulante o Circulante para la tropa, en la División Azul. La Hoja de Campaña, periódico de éxito entre los divisionarios, publicó catálogos, listados de donaciones de libros, normativa de préstamo, campañas de difusión de la lectura e incluso fotografías de la Biblioteca. La colección de esta contó con más de cuatro mil volúmenes, llegados casi en su totalidad como donaciones desde España. La buena clasificación y la eficacia en el servicio de adquisición, registro y préstamo hicieron de la Biblioteca Circulante de la División Azul un símbolo del carácter culto de sus integrantes. En las primeras olas de voluntarios abundaron falangistas universitarios, algunos de ellos desarrollarían posteriormente carrera como escritores o periodistas.

Antes de septiembre de 1942 y la creación de la Biblioteca ya existía una circulación de libros entre la tropa. El 18 de julio anterior, el diario falangista Arriba anunciaba que:

La distribución de publicaciones se hace no solo con las ediciones propias, sino también con las que adquieren de la Editora Nacional y de otras editoras particulares. En los meses de abril y mayo del año actual se han repartido 12.974 libros, 96.108 folletos, 41.266 varios, es decir, fotografías, mapas, grabados, etc., incluyéndose en estos repartos los envíos hechos a la División Azul.

Desde el 30 de septiembre de 1942, cuando la División ya llevaba un año en Rusia, se crea la Biblioteca Circulante, que establece un servicio de reparto de libros, estableciéndose un fondo consolidado en la retaguardia de Tallin –Reval para los alemanes–. La colección, perfectamente ordenada en estanterías y con los libros clasificados mediante tejuelos, estará organizada por alféreces provisionales, rango militar que denota que eran personas de cierta cultura, provenientes generalmente de alguna universidad, antiguos estudiantes. Gestionaban donaciones llegadas desde España, se ocupaban de la catalogación y –en su caso– censura, de la difusión de catálogos, normas de funcionamiento y préstamo, así como de controlar la distribución de paquetería que llevaba o recibía los libros ya leídos desde el frente, localizando en todo momento el paradero de cualquier obra de la colección.

La Biblioteca Circulante de la División Azul fue un modelo de servicio cultural poco visto en los ejércitos combatientes de la Segunda Guerra Mundial y menos en los países del Eje. El Ejército norteamericano implementó un servicio parecido, de lectura para las tropas, pero ya al final de la contienda. En la Wehrmacht, donde se encuadra la División Azul, no serán las bibliotecas ni los libros lo que se difundan por parte de gobernantes y el alto mando, sino una propaganda constante de ideas primarias, acríticas, nacionalistas y racistas. El fondo de la Biblioteca Circulante no será únicamente político, sino más abierto. La mera existencia de un servicio semejante fue sin duda una rara avis.

El establecimiento de la Biblioteca Circulante de la División Azul tenía el objetivo de «remozar el alma de los camaradas, contribuyendo poderosamente a ejercitar su inteligencia y a no consentir que el cerebro permanezca inactivo» (Hoja de campaña, n.º 43), en descansos y permisos de los combatientes. Durante casi dos años se nutrirá de donaciones desde España, por parte de entidades y particulares. Hay que recordar que los envíos desde España con destino a la División Azul estaban exentos de tasas. Simbólicamente será el propio general al mando, Agustín Muñoz Grandes, quien done el primer volumen de la Biblioteca.

Pero ¿Por qué se decide crear un servicio de biblioteca en ese momento, septiembre de 1942? Es entonces cuando también aparece el servicio de puente aéreo entre retaguardia y frente de la División, con un avión Júnker que hará las veces de transporte de pasajeros, heridos, suministros y correo postal. Este Feldpost o correo postal entre retaguardia y frente será una de las funciones más eficaces del Ejército alemán, por lo menos al principio de la guerra. La Biblioteca de la División es llamada Circulante o Ambulante porque hará “circular” los libros a sus usuarios, desde la retaguardia de Tallin hasta las líneas del frente, mediante correo aéreo.

El primer catálogo publicado en la Hoja de campaña de septiembre de 1942 recoge seiscientos títulos ordenados alfabéticamente, destacando clásicos de la literatura española de todos los tiempos, imprescindibles de la literatura extranjera –incluyendo autores ingleses, franceses, norteamericanos e incluso rusos como Gógol o Dostoyevski–, biografías e historias patrióticas, escritos políticos e ideológicos de corte falangista, novelas rosas, costumbristas y policíacas, asimismo habrá algunos libros en alemán. Destacará también gran número de obras de escritoras, incluyendo a Concha Espina, Emilia Pardo Bazán o Concepción Arenal, como ejemplos.

Se redactaron unas normas públicas de funcionamiento de la biblioteca. En ese número de septiembre de la Hoja de Campaña se establecía que el catálogo también valía a la hora de hacer las peticiones de préstamo y se daban unas reglas para el mismo: los libros se solicitaban mediante una ficha a la dirección postal de Prensa y Biblioteca de la División; se establecía un plazo de ocho días de préstamo; los usuarios morosos o que no devolviesen los libros a tiempo quedaban sancionados y se prohibía pedir libros a través de intermediarios o ir personalmente a la Biblioteca, que no tenía sala de lectura ni atendía al público.

Hubo censura en la Biblioteca Circulante. En octubre de 1942 la Hoja de Campaña notifica que algunos libros ya no figuran en el catálogo por este motivo. Será el caso de los de Felipe Trigo, autor de Jarrapellejos, censurado «no por espíritu timorato y encogido, sino por elegancia moral».

Desde el principio hubo sucesivas donaciones de libros desde España. En noviembre de 1942 hay una gran remesa de cuatrocientas obras, publicándose el catálogo de la misma en enero de 1943. La Hoja de Campaña incide a los divisionarios en el respeto al procedimiento de préstamo, el buen trato a los libros y en cómo disfrutar de ellos a través de la reflexión íntima, resaltando que en caso de duda del lector sobre determinados contenidos, se debía consultar al capellán de la Unidad:

Lee con aprovechamiento. El tiempo que se te concede para que el libro esté en tu poder, es lo suficientemente largo para que tu lectura no sea precipitada. Lee despacio; meditando lo que leas. El Capellán de tu unidad te aclarará dudas que pudieras encontrar. Consúltale.

Ese mismo mes de noviembre de 1942 se ofrecen más datos interesantes. El fondo llegaba ya a las novecientas obras y el libro más prestado hasta entonces había sido El miajón de los castúos, del poeta extremeño Luis Chamizo, reflejando sin duda la procedencia de muchos de los divisionarios. Al mismo tiempo, estaban prestados unos doscientos libros, según las salidas registradas. Para los lectores con mayor número de préstamos, la Biblioteca establecía premios como material de papelería.

En marzo de 1943 se recibe una nueva donación, en este caso proveniente de la Universidad de Sevilla, abundando los autores del Siglo de Oro como Miguel de Cervantes. Se pedía paciencia a los divisionarios que querían coger obras ya prestadas en ese momento, lo que habla del éxito del servicio bibliotecario.

A los camaradas que insisten en la petición de obras que, por su carácter, son más solicitadas que otras, les recomendamos paciencia mientras les llega el turno de lectura. Todas estas dificultades residen, lógicamente, en la limitación de nuestro efectivo actual. Confiemos en que pronto mejorarán las posibilidades.

En agosto de 1943 se recibe otro gran donativo de seiscientos cincuenta libros, procedente del Ayuntamiento de Alcoy, «en su mayoría novelas y obras teatrales y poéticas». El nuevo catálogo renovado aparece en la Hoja de Campaña del 10 de octubre. Para entonces, desde España se había ordenado la repatriación de las tropas y la Biblioteca Circulante dejó de prestar servicio casi de inmediato.

La Biblioteca Circulante alcanzó los dos mil títulos. Si tomamos la ratio de unos 17.000 combatientes para el período 1942-1943, tenemos unos ocho o nueve títulos por cada mil. La proporción real sería mayor, ya que algunos de esos títulos estarían divididos en varios tomos, siendo así la ratio de más de diez libros por cada mil combatientes. Entre propaganda y ocio, saber y cultura, la Biblioteca Circulante de la División Azul fue un servicio pionero, novedoso entre los diferentes ejércitos durante la Segunda Guerra Mundial. Merece ser conocido.

Este artículo forma parte del I Concurso de Microensayo Histórico Desperta Ferro. La documentación, veracidad y originalidad del artículo son responsabilidad única de su autor.

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